La institución que ha promovido esta edición es el Grupo de Investigación y Estudios Medievales del Mar del Plata (GIEM), un Centro Interdisciplinario de Estudios Europeos, Facultad de Humanidades, perteneciente a la Universidad Nacional de Mar del Plata con sede en Funes 3350, (B7602AYL) Mar del Plata, Argentina. El grupo se fundó en el año 1997 y, desde entonces, bajo la dirección de Nilda Guglielmi (recientemente fallecida) y la codirección, primero, de Miguel Ángel Barbero (1997-2005) y, posteriormente, de Gerardo Rodríguez (2006 hasta la fecha actual).
Sus aportes en el campo de los estudios medievales en la Argentina resultan significativos: el GIEM brinda un espacio institucional a profesores e investigadores consolidados, así como a jóvenes becarios y alumnos, para el desarrollo de proyectos de investigación sobre temáticas diversas: exegética y hermenéutica, género, urbanismo, tradición e innovación, historia de los sentidos, entre otras.
Remedio de Jugadores, del Rvdo. Pedro de Covarrubias, dominico, se imprimió por vez primera en 1519 en Burgos (de este ejemplar se han inspirado para la cubierta) y está catalogado como un libro de ciencias y matemáticas, aunque se trata fundamentalmente de un análisis sobre el juego.
Cierto es que Remedio de jugadores nunca estuvo en la lista de trabajos pendientes de Enrique Suárez, pero a solicitud del filósofo argentino Nicolás Martínez y como socio de la SCA (que recibió la solicitud de colaboración), aceptó preparar el texto, previo acuerdo de que había de ceñirse a los habituales criterios de edición para textos clásicos castellanos, con rigor filológico, sin recurrir a una adaptación a la lengua de nuestros tiempos que le habría restado encanto.
Como dice Nicolás Martínez Sáez en un magnífico prólogo, en que nos presenta la obra y habla de su contenido: «Remedio de jugadores está dividido en un prólogo y en tres partes. En el prólogo, el autor advierte los peligros que juegos como los dados hacen para quien más sabe de su arte, dejando al jugador con necesidades y lleno de descontento. Las consecuencias del juego de dados son ruinosas: muere el amor de los hombres, reina el desacato de Dios, hay contiendas, amenazas, muertes, pérdida del seso, engaño, perjurios y blasfemias. Sin embargo, la crítica hacia el juego que guía a Remedio de jugadores no se fundamenta tanto en los aspectos idolátricos o supersticiosos como sí lo estaban las obras de los primeros cristianos sino en algo más prosaico y vulgar: la pérdida de tiempo que ocasionan los juegos. El mayor mal del juego es que nos hace perder el tiempo de nuestra vida y como la salvación se da en el tiempo humano, perder el tiempo es perdernos».
Sigue diciendo Nicolás Martínez: «Así entonces, en la primera parte, se ocupa de los juegos lícitos y honestos. Siguiendo a Aristóteles, a Séneca y a Tomás de Aquino, asume que, así como el cuerpo se fatiga y necesita descanso, lo mismo sucede con el espíritu que, en ocasiones, incluso cuando el cuerpo duerme, el ingenio sigue trabajando. Por lo tanto, el alma descansa con delectación o distracción y como el juego es dicho [jocus] o hecho [ludus] con el cual se procura delectación, Covarrubias concluye que el juego es necesario para la vida humana.
Particularmente interesante son las observaciones sobre el ajedrez, juego del género humano que el autor considera de ingenio e industria, provechoso no solo para huir del tedioso y triste ocio sino para contemplar analogías entre las funciones de las piezas y sus semejanzas con la realidad.
En la segunda parte del tratado, se abordan los llamados juegos prohibidos, malos o diabólicos entre los que se describen los duelos, la caza que pone en peligro de muerte al cazador y la corrida de toros que, de origen supersticioso, lastima con picas a los toros para hacerlos más rabiosos y hacer daños a otras gentes.
En la tercera parte del tratado, el autor delinea una serie de acciones a seguir por los confesores que, como una de sus labores, examinan la con-ciencia de los jugadores. Covarrubias elabora así una especie de mapa del delito lúdico en el que es posible identificar circunstancias en las que el dinero que se apuesta debe restituirse o bien conservarse de manera legítima. Covarrubias no puede aceptar que el juego sea una ocupación con la que ganarse la vida, sino que todo hombre debe ser obligado a vivir de alguna industria o trabajo, espiritual o corporal, necesario o provechoso para la república, es decir, para el bien público. Esto es debido a que Dios manda que comamos el pan con el sudor de nuestra frente».
Y para finalizar esta breve reseña, cito unas palabras de Nico Martínez: «Hasta donde nos consta, Remedio de jugadores no tiene ediciones críticas, ni adaptaciones, ni traducciones, ni modernizaciones desde el siglo XVI en que se publicó, lo que lo constituye en un material inédito y útil para indagar en la valoración ética, filosófica y cultural de los juegos hacia finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Son también muy pocos los académicos que se han interesado seriamente por esta obra y es una excepción el libro del antropólogo español José Antonio González Alcantud, Tractatus ludorum. Una antropología del juego (1993), a quien le debo un enorme agradecimiento por haberme puesto ante mis ojos el texto de Pedro de Covarrubias».
Por tanto, desde la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan, nuestro enorme agradecimiento a Enrique Suarez Figaredo por el maravilloso trabajo de edición, que nos permite una vez más tener en nuestras manos una obra del Siglo de Oro que de otro modo jamás hubiéramos podido conocer.
(NdP).