Cada 27 de mayo, San Petersburgo, la segunda ciudad más importante de Rusia, celebra su aniversario. Suelen ser días alegres, por los festejos callejeros y la cercanía del verano. El 27 de mayo del 2012 pasó de ser divertido a violento. En una céntrica plaza de la ciudad, los transeúntes se enfrentaban a puñetazos y se subían a los semáforos, todo con la intención de coger los billetes de 5.000 rublos (unos 160 dólares en ese momento) que eran lanzados en forma de avioncitos de papel desde una oficina.
El responsable de ese “experimento social” fue Pavel Durov, para esas fechas de 27 años, propietario de la red social VKontakte (VK, el Facebook ruso) y dueño de una fortuna de 260 millones de dólares.
Aquel día, Durov lanzó el equivalente a 2.000 dólares por el aire, obligó a la policía rusa a intervenir en el desmadre que había provocado y se hizo noticia en todo el mundo.
Para las autoridades rusas, ya era una cara conocida. Sabían de él por recomendar la desaparición del rublo y el alquiler de porciones de territorio ruso a multinacionales, con el objetivo de “mejorar” la economía de su país , pero lo recordaban sobre todo porque un año antes se había negado a entregar información de las cuentas privadas de opositores al régimen de Vladímir Putin en VK.
La tensión entre Moscú y Durov continuó hasta 2013, cuando desestimó un pedido de la KGB para que entregara los datos de ciudadanos ucranianos que habían participado en las llamadas “protestas de Maidán”, que dejaron 90 muertos y acabaron con el Gobierno del líder prorruso Víktor Yanukóvich, luego de que este le diera la espalda a la Unión Europea.
En 2014, Durov se rindió, vendió en 300 millones de dólares sus acciones de VK a capitales cercanos al Kremlin y dejó el territorio ruso. “Por desgracia, el país es incompatible con los negocios en Internet en este momento”, le dijo a TechCrunch, un portal de noticias y análisis sobre tecnología.
Para ese entonces, ya había lanzado Telegram. Se inspiró en el interés de las autoridades rusas por acceder a los datos de los usuarios de VK. Ante la existencia de poderes que querían vulnerar los contenidos de su red social, él decidió crear una nueva que fuera impenetrable o al menos lo intentara. Por eso concibió un protocolo cifrado, para que los mensajes de Telegram solo pudieran ser leídos en el dispositivo que los envía y en el que los recibe.
El despegue de la marca del avión
Después de salir de Rusia se volvió un magnate nómada. Obtuvo la nacionalidad de las islas San Cristóbal y Nieves, en el Caribe, también la francesa, y en 2017 se mudó a Dubái, Emiratos Árabes Unidos, en donde ha ido cambiando de residencia con frecuencia. Forbes contó en 2023 que pagaba cerca de un millón de dólares anuales (83.000 dólares por mes) por una propiedad ubicada en las islas artificiales de Jumeirah. Lo más atractivo del lugar, para Durov, es que está libre de impuestos. Porque, hay que decirlo, el millonario ruso tiene una postura crítica ante cualquier sistema tributario.
“Mucha gente en el mundo occidental no se da cuenta de hasta qué punto los impuestos limitan sus opciones (…) Puedes terminar pagando casi la mitad de tus ingresos en impuestos, lo que básicamente significa que estás trabajando para el Gobierno durante 180 días al año”, declaró a Bloomberg en 2017.
Aquello bastaría para ponerlo en curso de colisión con cualquier país del mundo interesado en que traslade su operación a su territorio, pero sus problemas con otras naciones han venido en realidad de las características actuales de Telegram. Antes de entrar a eso, hay que explorar cómo la compañía de Durov se convirtió en la principal rival de WhatsApp, la aplicación de mensajería de Mark Zuckerberg y parte del conglomerado Meta.
En setiembre del 2015, en una entrevista con el periodista Mike Butcher de TechCrunch, Durov afirmó sin parpadear que WhatsApp “apestaba”. “No puedes mandar documentos de gran formato, hay muchas limitaciones en los chats grupales y no es privado (…) Yo tengo una amiga en Rusia y ella me contó que la policía le mostró impresiones de sus mensajes de WhatsApp para chantajearla”, dijo.
Esa fue la declaratoria de guerra. Luego vino enero del 2021, en el que un movimiento de WhatsApp favoreció al magnate ruso. Con el anuncio de su actualización de términos y condiciones de uso, WhatsApp hizo que millones de usuarios empezaran a preocuparse por su privacidad y migraran a otras aplicaciones como Signal y Telegram.
La desconfianza era razonable, con sus nuevas reglas, WhatsApp compartía información de sus usuarios con Facebook, incluyendo número de teléfono y ubicación.
Ante esta situación, Durov se permitió alardear. Primero le dedicó a WhatsApp el famoso meme de los bailarines afro que cargan un ataúd y luego mostró sus cifras. Entre el 10 y 12 de enero, en apenas 72 horas, Telegram había sumado 25 millones de usuarios.
El 2021 sería un año espléndido para la aplicación, cerró con mil millones de descargas en Google Play Store y 500 millones de usuarios activos, pero en el horizonte se asomaban nuevos conflictos para la compañía.
El arresto
El 24 de agosto de este año, cuando fue detenido en Francia, la fortuna de Durov ascendía a 15.500 millones de dólares y Telegram contaba con 900 millones de usuarios activos.
La agencia francesa de Prevención de la Violencia contra la Niñez había emitido una orden de arresto contra el magnate como parte de una investigación preliminar sobre varios delitos que incluían tráfico de drogas, acoso cibernético, crimen organizado y promoción de terrorismo. A Durov se le acusa de no haber tomado acciones para que su plataforma no sea usada con fines criminales.
Sus abogados y el propio Durov respondieron que sus acciones de moderación estaban “dentro de los estándares de la industria”. “Crear tecnología ya es bastante difícil. Ningún innovador construirá nuevas herramientas si sabe que puede ser personalmente responsable del potencial abuso de esas herramientas”, dijo el millonario.
Durov ya no está en reclusión, pero está obligado a permanecer en territorio francés y a pagar una fianza de 5 millones de euros. Además, debe presentarse ante la policía dos veces por semana.
En el pasado, países como Alemania e Inglaterra prohibieron temporalmente Telegram porque se usaba para difundir mensajes antisemitas y antiinmigrantes. España también ordenó su suspensión, por pocos días, debido a violaciones de derecho de autor.
Por todo ello, la detención de Durov ha avivado el discurso sobre las reales libertades en las redes sociales.
Jean de Chambure, especialista digital de la consultora Le Bureau des éveilleurs, consultado por Radio Francia Internacional, opinaba sobre este tema: “Telegram es una plataforma encriptada que, por definición, no hace públicos sus datos y permite a sus usuarios intercambiar cualquier tipo de contenido con total confidencialidad. Así que la puerta está abierta a todas las conversaciones posibles (…) Durov quiere que su producto sea visto como el no va más en libertad individual. Pero esta libertad individual resulta ser un océano sin límites abierto a los peores ciberdelincuentes”.
El destino de Telegram, que alardea de su invulnerabilidad y confidencialidad, está en manos hoy de una justicia que ve peligrosas ambas características.
Un magnate excéntrico
Ubicación. Algunos medios suponen que la responsable involuntaria de la detención de Durov es la joven Juli Vavilova, quien compartió fotos del viaje de ambos, de Azerbaiyán a Francia, en sus redes sociales.
Hijos. El magnate afirma que es padre biológico de al menos 100 niños, debido a las donaciones de esperma que ha hecho en las últimas décadas.
Salud. Durov, de 39 años, no bebe alcohol y no come carne para “permanecer joven”.