Durante tres años, el marfileño Moussa Diallo se untaba a diario el cuerpo y el rostro con un ungüento hecho con el glande de clítoris extirpados de mujeres, convencido de que esto le aportaría más "poder".
"Tenía muchas ganas de ser un gran jefe", dice a la AFP este quincuagenario, cuyo nombre ha sido modificado, al recordar ese periodo de hace una década cuando ejercía de hechicero y curandero en Touba, en el noroeste de Costa de Marfil.
No es un caso único. En numerosas regiones de este país de África occidental, "este órgano se utiliza para preparar pócimas de amor, conseguir dinero o acceder a altas funciones políticas", explica Labe Gneble, director de la Organización Nacional para la Infancia, la Mujer y la Familia (ONEF).
Aunque la mutilación genital femenina está prohibida en el país desde 1998, la AFP ha podido constatar a través de entrevistas con hechiceros, extirpadores, investigadores y trabajadores sociales la existencia de un tráfico ilegal.
En el mercado clandestino, el precio de este órgano, después pulverizado y vendido por sus supuestas propiedades místicas, puede alcanzar unos 75.000 francos CFA (unos 125 dólares), el salario mínimo en Costa de Marfil.
La magnitud de este oscuro comercio es difícil de estimar. Pero las fuentes locales lo consideran uno de los principales obstáculos para luchar contra la ablación que, según los datos de la OCDE, ha sufrido una de cada cinco marfileñas.
Esta mutilación a menudo practicada entre la infancia y la adolescencia se considera por algunas familias como un rito de paso a la vida adulta o un medio de reprimir la sexualidad de una hija, explica Unicef.
Practicada durante siglos por diferentes religiones en África occidental, constituye una violación de los derechos fundamentales, según la Unesco. Además del dolor físico y psicológico, sus consecuencias pueden ser graves: muerte, esterilidad, complicaciones en el parto, infecciones, desangrados...
En Touba, en su época como hechicero, las extirpadoras de clítoris a menudo reclamaban los servicios de Diallo para protegerse ante los malos espíritus.
En el bosque o en una casa, Diallo las acompañaba a un lugar sacralizado para llevar a cabo el procedimiento. Al ser cercano a esas mujeres, también podía hacerse con el famoso polvo de ese órgano.
"Cuando cortan el clítoris, lo dejan secar durante un mes o dos" y luego "lo aplastan con piedras", explica. Queda entonces un "polvo negro" que mezclan con "hojas, raíces, cortezas o manteca de karité", un ingrediente popular en la cocina africana.
La venden por unos "100.000 francos CFA (unos 170 dólares) si la mujer es virgen" o unos "65.000 francos CFA si ya ha tenido hijos", explica Diallo, que ahora milita contra la ablación.
Según él, el tráfico persiste y en el pueblo donde ahora vive pudo comprar recientemente una mezcla de polvo de clítoris y plantas que enseñó a la AFP.
En función del lugar, estos órganos mutilados se entierran, se lanzan a un río o se entregan a los padres, explican a la AFP varias personas que se dedicaban a esta práctica.
Pero también hay usos ocultos, a menudo para "hechizos", confirman una de ellas.
La ley marfileña condena el comercio del glande del clítoris como "tráfico de órganos", punible con multas y varios años de prisión, explica la abogada Marie Laurence Didier Zezé.
Pero la prefectura policial de Odienné, encargada de cinco regiones del noroeste del país, nunca ha iniciado ningún procedimiento por este delito.
"La gente no da información sobre cosas sagradas", se excusa el teniente N'Guessan Yosso.
La ginecóloga Jacqueline Chanine, que trabaja en Abiyán, la mayor ciudad de Costa de Marfil, explica que "el clítoris no puede dar poderes". "Es absurdo", afirma.
Sin embargo, la práctica persiste en varias regiones, aseguran los investigadores.
El socioantropólogo de la salud, Dieudonné Kouadio, pudo constatarlo durante un estudio sobre la escisión en la ciudad de Odienné.
"Me dieron una botella que contenía precisamente el órgano mutilado, secado, en forma de polvo negruzco", explica este investigador de la Universidad de Bouaké.
Kouadio compartió este hallazgo en un estudio realizado con la fundación Djigui, un actor importante en la lucha contra la mutilación genital femenina en Costa de Marfil.
El Ministerio de la Mujer, que no validó las conclusiones de este reporte publicado en 2021, no contestó a las peticiones de la AFP.
Miembro de la fundación Djigui, Nouho Konaté recoge desde hace 16 años información sobre la ablación. Según él, en un distrito de Odienné, los agricultores "compran clítoris" y "mezclan el polvo con semillas para mejorar la producción de sus campos".
Más al sur, en el centro-oeste del país, las mujeres usan estos productos como afrodisíacos con la esperanza de evitar que su marido les sea infiel, explica la doctora en criminología Safie Roseline N'da, coautora de un artículo científico sobre la ablación publicado en 2023.
"La mística tiene allí una dimensión central en la vida cotidiana, toca todas las esferas de la vida social, profesional, amorosa, familiar", explica el antropólogo canadiense Boris Koenig, especialista en estas prácticas en Costa de Marfil.
La Fundación Djigui asegura que el comercio de clítores es "una de las razones de la pervivencia de las mutilaciones genitales femeninas" en Costa de Marfil.
Su tasa de prevalencia bajó desde su prohibición y es muy inferior a la media en el oeste de África, según la OCDE, pero en algunas regiones del norte puede afectar al 50% de mujeres.
En la zona donde trabajaba antes Diallo podían llegar a mutilar hasta "30 mujeres" en un mismo día, asegura el exhechicero.
Sobre todo entre enero y marzo, cuando la llegada del viento seco del harmatán desde el Sáhara favorecía una mejor cicatrización de las heridas.