El papa Francisco visitó este domingo una remota comunidad en medio de la selva en Papúa Nueva Guinea, donde instó a poner fin a la violencia y a la "superstición y la magia" que empañan un lugar que comparó con el Edén.
El pontífice, de 87 años, está inmerso en una gira de 12 días por el sudeste asiático y Oceanía, la más larga y remota de su papado, para promover el diálogo interreligioso y llevar su mensaje a las "periferias".
Francisco aterrizó en Vanimo, una ciudad costera situado unos grados al sur del ecuador. Papúa Nueva Guinea está al norte de Australia.
Ataviado con el tradicional tocado de plumas de ave del paraíso, pese al intenso calor tropical, describió "el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que evoca la imagen del Edén".
Francisco fue recibido como invitado de honor por miembros de la tribu local, que interpretaron un baile tradicional vestidos con tocados de plumas, pulseras de conchas y hojas, y el cuerpo recubierto por ornamentos de pintura.
El papa dio las gracias a las miles de personas congregadas, algunas de las cuales caminaron o navegaron durante días para asistir a la cita y elogió las "sonrisas contagiosas" y la "alegría desbordante" de los niños.
Pero también describió el lugar como un paraíso turbulento y pidió "vencer las divisiones personales, familiares y tribales", así como "expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición y la magia".
Estos y otros males, dijo, "aprisionan y hacen infelices a tantos hermanos y hermanas, también aquí".
Más del 90% de los 12 millones de habitantes de Papúa Nueva Guinea se declaran cristianos, y alrededor de una cuarta parte son católicos.
Pero la religión coexiste con una panoplia de creencias, costumbres y ritos locales, algunos de los cuales desatan un fervor sangriento.
Algunas zonas de Papúa Nueva Guinea sufren violencia tribal vinculada a creencias profundamente arraigadas sobre la existencia de la brujería.
En las aldeas, las turbas acorralan sistemáticamente a los que son falsamente acusados de magia negra, generalmente mujeres, y los asesinan en horribles calvarios.
Investigadores australianos estiman que este tipo de violencia ha dejado unas 3.000 muertes en los últimos 20 años.
El papa instó a los fieles a hacer frente a estos estallidos de violencia y a rehacer la imagen de su nación.
Hagan "famosa a Papúa Nueva Guinea no sólo por su variedad de flora y fauna, sus encantadoras playas y su mar cristalino, sino también y sobre todo por las personas buenas que allí se encuentran", insistió el jesuita argentino.
Muchos papúes esperan que la visita del papa pueda transformar a su nación. Francisco celebró previamente una misa al aire libre para 35.000 personas en la capital, Port Moresby.
Margaret Clive, una vendedora ambulante, aseguró que muchas personas se habían quejado de la llegada del papa y habían preguntado qué les aportaría.
"Soy feliz que el papa esté aquí", dijo. "Es un líder religioso mundial que trae el mensaje de la paz".
"Hay mucha violencia contra las mujeres y los niños, aquí en la ciudad, los jóvenes arrebatan los bolsos a las madres que mercadean", describió.
"Los principios cristianos están ocultos mientras que nuestros caminos pecaminosos son transparentes, necesitamos un cambio", añadió.
El papa terminará su visita a Papúa Nueva Guinea el lunes con un discurso en un estadio, antes de volar a Timor Oriental, que se independizó en 2002 tras más de cuatro siglos de colonización portuguesa y 25 años de ocupación indonesia.
En este país del sudeste asiático, de mayoría católica, deberá enfrentarse a los escándalos de pederastia dentro de la Iglesia, en gran parte ignorados por los artífices de la independencia.
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