Para la escritora y periodista mexicana Mónica Lavín, dueña de una obra compuesta por muchos títulos, entre los que encontramos novelas, cuentarios y ensayos reconocidos y premiados (pensemos en la novela histórica Yo, la peor, sobre Sor Juana Inés de la Cruz, la cual que ganó en el 2010 el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska), la publicación en el 2022 de Últimos días de nuestros padres (Planeta) significó su proyecto más personal, uno en el que, sin dejar de lado las luces del artificio, tuvo que involucrarse más por tratarse de un acontecimiento personal y a la vez universal para todos: la muerte de los padres, que para el caso de la autora mexicana sucedió con la diferencia de un año. No es la primera ni última pluma que escriba de este suceso, pero este es un título que nos permite tener otra mirada en cuanto al poder y la plasticidad que adquiere la escritura cuando esta debe confrontarse con las zonas silentes la memoria.
“Este libro es muy diferente a todo lo que he escrito. Me costó trabajo porque me dolía, pero a la vez me confortaba porque creí que iba a escribir sobre la muerte,
sobre los últimos días de mis padres y nada más. Mi única guía era el paso del tiempo en esos días de hospital y dejé que fluya mi memoria. La empecé a escribir antes de la pandemia. Esta experiencia la hemos pasado todos, por eso fue también que opté por no nombrar a nadie, aunque hay muchos factores míos reconocibles en el libro”, dice Lavín sobre lo que significó Últimos días…, que en los cauces de la reflexión le permitió a la autora conocerse más.
“En comparación a mis novelas, por ejemplo, me implicó un mayor trabajo con el lenguaje. Solo muestro situaciones, describo objetos, situaciones, no describo sentimientos, quería que el texto quedé más allá de mi experiencia personal. Debía contener la emoción para dar con una frase limpia. Yo vengo, principalmente, del cuento. Su registro breve me fue importante para este libro”.
Si algo debemos subrayar de la poética de la autora, es la radiación de su prosa, que se ubica en un término medio, como si su escritura no estuviera signada por un género.
“En 1986 publiqué mi primer libro de cuentos y cuando lo escribí no me puse a pensar si lo hacía desde el punto de vista de un hombre o de una mujer, mis personajes eran hombres y mujeres, pero sentí sorpresa cuando algunos lectores preguntaban si era cierto que una mujer los había escrito. Aún hay prejuicio con la idea de una mujer que escribe. En 1996, gané el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen con mi libro de cuentos Ruby Tuesday no ha muerto, cuyos relatos tienen que ver con los Rolling Stone, el cual mandé al concurso con un seudónimo de hombre”. Y añade: “No me gusta el victimismo. No ha sido parte de mi experiencia. Pero sé que el mundo no nos ha visto con el mismo interés, ve de otra forma a un hombre que escribe. Por eso, me parece importante la visibilización de las nuevas escritoras, no obstante, no estoy de acuerdo con los radicalismos del feminismo, como pretender cambiar el lenguaje. No voy a escribir cambiando el sonido al propio lenguaje. No creo que desde la modificación del lenguaje se cambie una conducta social. No sintonizo con el lado confrontacional del feminismo. Tengo un nieto y cuando crezca ¿lo van a maltratar por ser hombre? El feminismo se ha ido al extremo, ahora cualquier cosa es abuso o acoso. Yo viví mi juventud en los setenta y me moví en grupos de personas que jamás me maltrataron por ser mujer. Ni pensaron que yo era ni más tonta, ni más inútil. Si había eso, yo protestaba”.
La escritura como ajuste de cuentas personal en un libro que, en su dolor, celebra la vida. En esta tensión, Últimos días… se abre paso en la resistencia vital de la voz narradora, en donde el recuerdo se conduce mediante la reflexión. Muchos de estos recuerdos tienen un escenario a considerar: los años setenta. Los años formativos de Lavín.
“Mis padres tenían una tienda a la que iban seguido Octavio Paz y Carlos Fuentes. En esos años leí Conversación en La Catedral y en México se hablaba de la literatura de la onda, que se inspiraba en The catcher in the Rye de Salinger. Es decir, la voz de los jóvenes en primera persona y los excesos y las plenitudes de la ciudad de México”.
Autora con lectores y crítica, Lavín considera que la crítica es importante, pero que ahora “solo funciona para un mundo académico, muy redondo, debido a la falta de suplementos. Felizmente, ahora tenemos una nueva generación de críticos, que son más amplios. Antes había mujeres que escribían y publicaban, pero nadie escribía sobre ellas y sus libros. Ahora hasta los que nunca reseñaban a mujeres lo están haciendo. Me alegra que esté desapareciendo la misoginia de la crítica literaria. Porque por buen tiempo fue muy evidente. Hoy tenemos más escritoras porque hay más becas y estímulos económicos. Es difícil que no vean su producción”.
Si no has tenido la oportunidad de leer a Lavín, Últimos días… es un pretexto idóneo para conocer su recomendable y sincera literatura.