Argentina ha dado un paso decisivo hacia su independencia energética y su potencial como exportador global con un ambicioso plan que conecta sus vastos recursos naturales con mercados clave en la región. Este desarrollo, que ha atraído la atención de grandes actores internacionales, incluidos importantes socios asiáticos como China, será esencial para el crecimiento económico del país, al reducir la dependencia de importaciones energéticas y abrir nuevas oportunidades en el mercado global.
Recientemente, el ministro de Economía, Sergio Massa, y la secretaria de Energía, Flavia Royón, encabezaron una misión en la nación oriental, donde se reunieron con altos directivos de una destacada empresa del sector energético. Esta firma, que ya tiene una sólida presencia en Argentina, ha expresado un fuerte interés en participar en la expansión de este proyecto estratégico, que podría ser fundamental para que el país logre el autoabastecimiento en el sector energético.
El Gasoducto Néstor Kirchner es una obra de infraestructura estratégica que tiene como objetivo principal conectar los yacimientos de gas de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, con los principales centros de consumo del país y con Brasil, un socio estratégico en la región. La primera fase del gasoducto ya está en marcha y se extiende por 573 kilómetros, desde Tratayén en Neuquén hasta Salliqueló, atravesando las provincias de Río Negro y La Pampa. Esta etapa, construida en tiempo récord por un consorcio entre Techint y Sacde, ha sido aclamada por su eficiencia y el uso de tecnologías de punta, como soldadoras automáticas que reducen significativamente los tiempos de construcción.
El segundo tramo, que se proyecta con 562 kilómetros de extensión, es el centro de la nueva ronda de inversiones y está siendo licitado por el gobierno argentino. Según fuentes oficiales, Powerchina ha mostrado un firme interés en financiar este tramo, con un compromiso que podría alcanzar los u$s1.900 millones. Este tramo es crucial no solo para Argentina, sino también para Brasil, que depende de las importaciones de gas natural y cuya demanda energética sigue en aumento debido a la declinación de las reservas bolivianas.
El Gasoducto Néstor Kirchner es visto como un salvavidas económico para Argentina, un país que ha luchado con crisis económicas recurrentes y una fuerte dependencia de las importaciones de energía. Con la puesta en marcha del gasoducto, se estima que Argentina podría ahorrar hasta u$s8.700 millones al año en divisas, al sustituir la compra de combustibles en el exterior por producción local. Además, se espera que el proyecto genere 10.000 empleos directos y otros 40.000 indirectos, lo que tendrá un impacto significativo en la economía local.
El gasoducto también permitirá a Argentina exportar gas a Brasil, fortaleciendo las relaciones bilaterales y posicionando al país como un proveedor clave de energía en la región. Según los cálculos del gobierno, el transporte de gas por el gasoducto podría alcanzar los 39 millones de metros cúbicos diarios una vez completado, lo que representaría un aumento del 30% en la capacidad de los gasoductos troncales del país.
Además de China, Brasil también ha confirmado su participación en el financiamiento del Gasoducto Néstor Kirchner. Durante una reunión entre los presidentes Alberto Fernández y Luiz Inácio Lula da Silva, se acordó que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil financiará los tubos y chapas de acero necesarios para la construcción de la segunda fase del gasoducto. Este financiamiento, que se estima en alrededor de u$s600 millones, es parte de un esfuerzo conjunto para asegurar que el gas de Vaca Muerta llegue al sur de Brasil, donde la demanda es alta.
El embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, destacó la importancia de esta inversión, afirmando que permitirá a Argentina no solo lograr el autoabastecimiento energético, sino también exportar el excedente de gas a su vecino del norte. Este acuerdo es crucial para ambos países, especialmente considerando la disminución de las reservas de gas en Bolivia, que hasta ahora ha sido un proveedor clave para Brasil.