Ni los barrotes ni la distancia lo hacen tambalear: desde su prisión en Groenlandia, el ambientalista estadounidense-canadiense Paul Watson continúa su lucha contra la caza de ballenas, mientras aguarda la decisión sobre una demanda de extradición de Japón.
"Si creen que esto va a impedir nuestra oposición, yo solamente cambié de barco, mi barco actual es el 'Prisión Nuuk'", declaró a AFP el "capitán" Watson, de 73 años, fundador de la oenegé Sea Shepherd y de la fundación de defensa de las ballenas que lleva su nombre.
Los cargos en su contra datan de 2010. Japón sospecha que es corresponsable de daños y lesiones a bordo de un barco ballenero japonés y pidió su extradición a Dinamarca, de la cual Groenlandia es parte.
El "pirata de los mares", según sus detractores, fue detenido el 21 de julio en Nuuk, capital de Groenlandia, cuando se dirigía en su navío John Paul Dejoria a interceptar un nuevo buque factoría ballenero japonés.
Para Watson y su defensa, él es víctima de una vendetta: "me quieren usar de ejemplo para demostrar que su caza de ballenas no se toca".
Permanece tras las rejas en espera de la decisión danesa.
El tribunal de Nuuk debe pronunciarse el 4 de septiembre sobre su permanencia en prisión preventiva, donde fue puesto para evitar su posible fuga, según la fiscalía.
En 2012 huyó de Alemania, donde se encontraba bajo arresto domiciliar, por temor a ser extraditado a Japón.
"Mis abogados me dicen que mi detención va a ser extendida", admite el activista radicado en Francia.
Desde su celda en el centro penitenciario, un moderno edificio gris adosado a las rocas, puede admirar ballenas e icebergs.
"Es casi como si estuviera en la proa de mi barco", comentó. Lo único que le inquieta es la separación de sus hijos de 3 y casi 8 años.
Watson lee mucho -acaba de devorar una antología sobre los papas- y ve series policíacas, pero sobre todo hace lo que mejor sabe hacer: escribir textos que confía a Lamya Essemlali, la presidenta de Sea Shepherd France. Ella lo visita casi a diario.
Cerca de 100.000 personas en todo el mundo han firmado una petición para exigir su libertad. Recibe numerosas cartas y los otros presos le muestran simpatía, pese a su oposición a la caza de focas, tradicional en la isla del Ártico.
"Recibo muchas cartas, muchas de ellas de niños", conmemora.
"Son extremadamente apasionados por el mundo, y si podemos llegar a los niños, pienso que las cosas podrían cambiar", expresa este autoproclamado filántropo.
París ha pedido a Copenhague rechazar la extradición, pero el gobierno danés permanece mudo.
"Dinamarca está en una situación muy difícil, por una parte no me pueden extraditar porque son fervientes defensores de los derechos humanos", expresó el ambientalista, para quien el sistema judicial japonés es "medieval".
Por otra parte, "no he hecho nada y si lo hubiera hecho, la pena sería de 1.500 coronas (222 dólares), ni siquiera pena de prisión, mientras que Japón me quiere condenar a 15 años", afirmó.
Figura polémica en el mundo ambientalista, en especial por sus métodos de mano dura, goza del apoyo incondicional de Brigitte Bardot, la ex estrella francesa del cine convertida en defensora de los animales.
Sus dos barcos permanecen en cada uno de los hemisferios, listos para intervenir si alguno de los países balleneros -Japón, Noruega e Islandia son los únicos que autorizan la caza de ballenas- reanuda la práctica.
"En 1974 mi objetivo era erradicar la caza de la ballena y espero hacerlo antes de morir".
Afirma que él y sus compañeros de lucha se limitan a asegurar el respeto a los santuarios marinos.
"Intervengo de forma agresiva no violenta", explica el activista de rebeldes cabellos blancos. Para él, no hay contradicción entre esos términos.
"Significa que voy a intentar quitarle el cuchillo a quien pretenda matar una ballena, pero no lo voy a lesionar", señala.
Aunque la línea entre la violencia y el pacifismo a veces es tenue, "yo no la cruzo, nunca he dañado a nadie", asegura.