En el circuito cultural peruano, tenemos más de un concurso literario importante, ya sea por su tradición o monto pecuniario. Pensemos en los premios que otorga PetroPerú, del mismo modo en el galardón del Banco Central de Reserva, entre los más anhelados. Claro, hay otros concursos, no menos relevantes. Sin embargo, ninguno de estos reconocimientos tiene las ventajas que ofrece el Ministerio de Cultura vía su Premio Nacional de Literatura (PNL), que este año está consagrado a la producción (2022 – 2023) en novela, no ficción y lenguas originarias.
En realidad, estaríamos hablando de ventaja, pero bien entendida como concepto. Los títulos que entran a competir son libros ya publicados, que han tenido la oportunidad de ser escrutados por la prensa cultural, la crítica y los lectores. A diferencia de los certámenes que valoran material inédito, este trofeo del Mincul no puede darse el lujo de fallar y tiene la cancha lista para ser el principal reconocimiento literario del país.
En la noche del miércoles 28, La República recibió la lista de libros que compiten en esta edición 2024 del PNL. El panorama es interesante en sus respectivas categorías (lamentablemente, no puedo explayarme en la sección dedicada a las lenguas originarias, esa es una tarea pendiente). En novela, tenemos 81 títulos; en no ficción, 55; y en lenguas originarias, 9.
Desde el 2017, año en que empezó a otorgarse el PNL, su tránsito ha estado marcado por la regularidad, siendo la categoría novela la que mejor solidez ha mostrado con sus ganadores (Marco García Falcón (2018), Teresa Ruiz Rosas (2020) y Karina Pacheco (2022)). Lo dicho no quiere decir que no haya habido problemas de logística en otras categorías.
Una mirada inicial a las 81 novelas, nos presenta a Gustavo Rodríguez (Treinta kilómetros a la medianoche y Cien cuyes), Alonso Cueto (Francisca. Princesa del Perú), Rafael Dumett (El camarada Jorge y el Dragón), Alina Gadea (El norte ya no existe), Lucero de Vivanco (Agua), Juan Carlos Méndez (Cierre de edición), Gabriel Rimachi (La casa de los vientos), Pedro Favaron (Inin Niwe y el mundo puro de los seres eternos), Richard Parra (Pequeño bastardo), Carlos Rengifo (El color de los sentidos), Renato Cisneros (El mundo que vimos arder) y Katya Adaui (Quiénes somos ahora), entre los autores que han suscitado atención crítica y favor de los lectores.
Pero también hay ausencias que desconciertan, porque en el arco temporal 2022 – 2023, la base de la presente edición del PNL, no hallamos a Claudia Ulloa Donoso (Yo maté a un perro en Rumania), Santiago Roncagliolo (El año en que nació el demonio) y Juan Morillo Ganoza (Cenizas en el cielo), que más de uno esperará ver cuando se haga pública la lista.
Quienes proponen los nombres al PNL, son las casas editoriales, no los autores. No pocas veces, las editoriales consultan a sus autores si les parece la idea de participar en el PNL. En otras ocasiones, no lo hacen (no tienen por qué, en realidad) e inscriben las novelas que consideren pertinentes.
En cuanto al apartado de no ficción, vemos a Eduardo Tokeshi (Sanzu), Dante Trujillo (Una historia breve, extraña y brutal), Roger Santiváñez (El sentido de la soledad), Teresina Muñoz-Nájar (Desaparecidas), Javier Ponce Gambirazio (Crónicas maricas) y Carmen Ollé (Destino: vagabunda). Cada quien tiene sus propios gustos y, en lo personal, considero que Ollé se impondrá en esta categoría con esta obra maestra que ha sido recomendada más de una vez en La República.
En el documento de señas Resolución Directoral 000192-2024-DDL-DGIA-VMPCIC/MC, firmado por Leonardo Dolores, director de la Dirección del Libro y la Lectura, oficina encargada de la organización del PNL, no se especifica cuánto se pagará a los ganadores, aunque en la convocatoria se precisó que los finalistas recibirán 10.000 soles –es la primera vez que se les reconocerá económicamente- y los respectivos ganadores, 35.000 soles.
Uno de los aspectos que sí va tener que limar la DDL, es la pertinencia de los jurados (que igualmente reciben pago por este trabajo: 4.000 soles). Hemos visto casos inexplicables, chispoteadas monumentales que encienden más de una especulación. A saber: en el 2023 se tuvo a un joven autor –no es necesario nombrarlo- como jurado en la categoría cuento, habiendo escritores mayores, con obra saludada en cuento, reconocidos por su legitimidad y no por la sobonería y prácticas similares. Estos son traspiés que le quitan luz a un concurso que debería estar blindado en lo literario y en su logística.
El público atento a la cultura, que no es tonto, se da cuenta de estas rarezas en los jurados. Esperemos que el Mincul y Dolores también. Se trata de recursos públicos. Hay que ser serios, y más con un PNL que apunta a convertirse en el trofeo literario más relevante de estas tierras.