China está generando una crisis sin precedentes en la industria siderúrgica de América Latina. La saturación del mercado regional con un tipo de metal ha llevado al cierre de varias empresas y la pérdida de miles de empleos. Los productores locales no pueden competir con los bajos precios de las importaciones chinas, lo que ha provocado que muchas empresas reduzcan sus operaciones o cesen por completo.
Este fenómeno no solo afecta a la economía local, sino que también amenaza con desindustrializar la región, dejando una huella profunda en la estabilidad económica y pone en riesgo 1,4 millones de empleos en la región.
El metal que está hundiendo a la industria siderúrgica de América Latina es el acero barato proveniente de China. De acuerdo con la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), con más del 54% de la producción mundial, China ha inundado los mercados internacionales con precios muy por debajo del costo de producción. Esta práctica de dumping ha desatado una competencia desleal que está afectando gravemente a los productores latinoamericanos.
En países como México, Chile y Brasil, los aranceles sobre el acero chino han aumentado considerablemente en un intento por proteger a las industrias locales. Sin embargo, estas medidas no han sido suficientes para contrarrestar la avalancha de importaciones a precios predatorios. Las empresas no pueden competir con el costo del material chino, lo que ha llevado al cierre de plantas y la pérdida de empleo en toda la región.
La presencia del producto chino ha tenido un impacto devastador en la industria siderúrgica latinoamericana. Según Alacero, solo entre enero y abril de 2024, China produjo 343,7 millones de toneladas métricas, aprovechando su capacidad de producción para inundar mercados con su metal barato. Esta sobreproducción ha dejado a los productores latinoamericanos en una situación crítica, incapaces de competir en igualdad de condiciones.
La Compañía de Aceros del Pacífico de Chile, por ejemplo, suspendió las operaciones de su planta en Huachipato en marzo de 2024, alegando su incapacidad para competir con los precios chinos. La planta reanudó operaciones solo después de que el gobierno chileno aumentara la sobretasa a las importaciones de acero chino. Similarmente, en Brasil, la Siderúrgica Gerdau anunció la suspensión de trabajadores en su planta de São José dos Campos, citando la competencia desleal del producto chino como la causa principal.
La estrategia para dominar el mercado global del acero incluye el uso de subsidios estatales y la sobreproducción masiva. Durante la pandemia, el gobierno chino subsidió fuertemente la producción, lo que permitió a las empresas vender a precios extremadamente bajos en el mercado internacional. Esta política de subsidios no solo ha distorsionado el mercado global, sino que también ha exacerbado los problemas para los productores latinoamericanos, que no cuentan con apoyo gubernamental similar.
Además, la reducción de la demanda interna en China, debido a la desaceleración del sector inmobiliario y de la construcción, ha llevado a los productores chinos a buscar mercados externos para deshacerse de su exceso de capacidad. América Latina, con menos barreras comerciales en comparación con otros mercados como Estados Unidos, se ha convertido en un objetivo principal para estos productores.
La respuesta de los países latinoamericanos a las prácticas comerciales desleales de China ha incluido la imposición de aranceles y medidas antidumping. Sin embargo, estas acciones no están exentas de riesgos. China ha demostrado en el pasado su disposición a utilizar la diplomacia coercitiva y represalias comerciales para proteger sus intereses. Por ejemplo, en 2016, China prohibió las importaciones de productos a base de soja de Argentina tras acciones antidumping similares, y en 2019, suspendió las compras de semillas de canola canadiense en respuesta a la detención de una ejecutiva de Huawei.
Estas tensiones comerciales podrían escalar si los países latinoamericanos continúan imponiendo medidas restrictivas sobre las importaciones chinas. La posibilidad de represalias podría complicar aún más las relaciones comerciales y diplomáticas entre China y los países de la región, quienes deben equilibrar la protección de sus industrias locales con la necesidad de mantener relaciones comerciales saludables con una de las principales economías del mundo.