En Lima de los años 90, con militares en las calles, Carlos hace taxi en su viejo auto, carga kilos de azúcar, inventa historias y hace 'malabares' para llevar a la playa a sus dos hijas que están próximas a dejar el país al lado de su madre. “He vivido esa época, pero era un adolescente y lo recuerdo no tan claramente (sonríe). Creo que tengo vacíos porque era la manera de escapar de la violencia de lo que se vivía”, nos dice por teléfono Gonzalo Molina, protagonista de Reinas, la película de Klaudia Reynicke.
La directora suizo-peruana que dejó Perú a los 10 años, nos muestra la crisis a través de la historia de un hogar de clase media y un padre ausente con ‘propósito de enmienda’. “Están tratando de reconectar y no para ser una típica familia de cuento ideal, sino, para restablecer los vínculos de amor que se han perdido, sobre todo en las niñas”, comenta el actor.
Tu personaje aparece desde el minuto uno hasta el final. Es, quizá, un soñador o un actor frustrado, pero ¿puede representar a parte de una generación, al país? ¿Cómo lo describes?
Ha sido un regalo en mi vida, pero la dimensión que implica en la historia es algo de lo que no tuve conciencia hasta que lo vi. Lo hermoso y complejo es que es un hombre solo, partido, es como el Perú y los peruanos más en esa época, pero quiere amar y recuperar cosas que no sembró. Está tratando de conectar, de poner una cremita donde hubo dolor, para que esa herida se cierre mejor. Eso está haciendo desesperadamente Carlos. Es simpático, lo quieren, es ingenioso, es muy peruano (sonríe). Para mí es un misterio quién es, pero creo que sí ha sido actor; de repente llevó un taller y fue algo que quiso hacer con muchas ganas y en esa época no había oportunidad para él .
Se piensa que estamos en un momento similar los 90. ¿Qué tan precisa te parece la película?
La migración voluntaria es maravillosa, pero lo duro es cuando este tipo de fragmentación parte de una necesidad de sobrevivencia, casi de vida o muerte. Si pensamos en los 90, era: “Si me quedo acá salgo y me puede caer un balazo o va a reventar un cochebomba”. La película se vuelve tan actual porque esa familia trata de salir adelante en medio de un contexto así.
Sobre lo actual ¿coincides con el abucheo, con la reacción del gremio de cineastas contra la ministra?
La ciudadanía, la vida política, hay que ejercerla siempre. Mis hijos me pueden decir que soy un espeso, siempre estoy hablando de esto-eran cosas que hacía mi papá y yo odiaba (sonríe)- y cuando he trabajado en colegios también decía que había que estar conectados, es imposible ser apolítico. Los canales de expresión son bienvenidos.
Entonces, ¿lo raro hubiera sido que no reaccionen en la inauguración del Festival de Cine de Lima?
Sí y esto nos da señales que no estamos callados. El cine tiene que seguir hablando y el gremio tiene que seguir manifestándose. Tenemos que tener políticas culturales y hablo del teatro también, somos autogestionarios y no debe ser así. Que tengamos que esperar que una película peruana sobreviva o no a la primera semana (en cines) cuando es de autor, con un presupuesto ajustado, que no tiene la misma posibilidad que otras, es una locura.