El acto mismo de Dina Boluarte de atribuirse la autoría de un libro sin otro derecho que el de “porque puedo”, nos lleva a pensar en la respuesta “tu mamá”, lanzada a boca de jarro contra un ciudadano que le recriminaba a voz en cuello durante la gran parada militar del 29 de julio.
Ambos son símbolos de la pérdida absoluta del respeto a la investidura presidencial, que la debe obligar a convertirse en la primera servidora del país y a preservar la dignidad de la posición de tan elevada responsabilidad.
Servirse de esa investidura para hacer lo que se le pegue la gana y arrastrar por el piso la simbología del bastón de mando, la banda presidencial y la sujeción de los militares a la autoridad civil, para rebajarse a responder insultos con los ciudadanos que protestan contra ella, es no haber entendido nada de lo que el cargo conlleva y, por el contrario, usarlo como disfraz para seguir abusando del poder del que cree gozar.
Así como responde tan groseramente al transeúnte, con una frase que muestra la intolerancia y la soberbia, así también suplanta en el prólogo a la prestigiosa historiadora Carmen Mc Evoy, quien fue la coordinadora de la publicación para escolares con ocasión del bicentenario, con irrespetuoso desparpajo. Funcionarios dispuestos a todo por el cargo también sustituyen el texto de cierre escrito por María Enma Mannarelli.
La más alta investidura en el país no representa poderes omnímodos ni garantiza impunidad. Y en algún momento tendrá que responder por 40 muertes, evidentes signos de corrupción en su Gobierno y una ineficiencia que provoca hambruna y más pobreza.
La investidura presidencial demanda humildad, vocación de servicio, responsabilidad y sobre todo respeto a los conciudadanos. Es necesario devolverle dignidad al puesto y exigir a los ocupantes temporales que estén a la altura de los requerimientos.
