La tumba del Señor de Sipán, descubierta en 1987, fue un hallazgo que cambió el panorama de la arqueología en América Latina. El contexto histórico de Sipán se sitúa en el periodo de la cultura Mochica, que floreció en la costa norte del Perú entre los siglos I y VIII d.C. La sociedad mochica es conocida por sus avanzados logros en arquitectura, agricultura, ingeniería hidráulica y, sobre todo, por su arte y cerámica excepcionalmente detallada.
Sipán, ubicado en el valle de Lambayeque, es uno de los sitios arqueológicos más importantes de esta cultura. Es famoso por sus tumbas reales, que ofrecen una visión única de la vida y las prácticas funerarias de la élite mochica. El descubrimiento de estas tumbas en 1987 por Walter Alva reveló una riqueza de artefactos de oro, plata, cobre y cerámica, muchos de los cuales estaban exquisitamente decorados y reflejaban un alto nivel de sofisticación artística y técnica.
En 1987, el arqueólogo peruano Walter Alva, entonces director del Museo Bruning de Lambayeque, recibió una llamada urgente de la policía informándole sobre un saqueo en un yacimiento arqueológico en la aldea de Sipán, conocido como Huaca Rajada. En esa época, la región era frecuentada por huaqueros, individuos que saqueaban tumbas antiguas para vender sus hallazgos en el mercado negro de antigüedades.
La intervención policial, gracias a un aviso anónimo, permitió detener a más de sesenta personas involucradas en el saqueo. Entre los objetos recuperados en la casa de uno de los saqueadores, Ernil Bernal, se encontraron 33 ornamentos de gran valor, incluyendo cuentas con rostros de jaguar, una de las cuales estaba elaborada en oro casi puro. Alva, al llegar al lugar, quedó impresionado por la calidad y el valor de los objetos.
Ante la urgencia de proteger el yacimiento, Alva y sus colaboradores, Susana Meneses y Luis Chero, establecieron un campamento en Huaca Rajada, con el apoyo de la policía. Organizaron turnos de guardia para asegurar la protección continua del sitio. La situación en el campamento era tensa debido a la presencia de profanadores, guerrilleros y traficantes, lo que exigió medidas de seguridad estrictas.
Walter Alva, junto a su equipo, se dedicó a limpiar los restos dejados por los saqueadores y a mapear la estructura general del yacimiento. Este se componía de dos grandes pirámides de adobe erosionadas, construidas entre los años 200 y 300 d.C., y una plataforma funeraria. Durante la limpieza de una sección de la plataforma, el equipo encontró un gran depósito de ofrendas: una cámara con 1.137 vasijas de cerámica de excelente factura.
El 26 de julio de 1987, el equipo descubrió un esqueleto sin pies, que Alva identificó como el guardián de una tumba intacta. Continuando con la excavación, encontraron otro esqueleto con los pies amputados sobre un enrejado de troncos de algarrobo y adobe, debajo del cual había un ataúd de madera casi desintegrado. Junto al ataúd, encontraron los cuerpos sacrificados de dos llamas, un niño pequeño, tres mujeres jóvenes, dos hombres adultos y un perro.
El descubrimiento del Señor de Sipán incluyó una corona de oro, vestimenta adornada con turquesas, dos ojos de oro sobre los suyos, una máscara de oro para el mentón y una nariguera del mismo metal. Además, el dignatario llevaba once pectorales de conchas de colores, brazaletes con turquesas, un lingote de oro en su mano derecha y uno de plata en la izquierda, un collar con 71 esferas de oro, una diadema de oro de 62 centímetros de ancho y un cetro rematado por una pirámide de oro.
Durante el análisis del equipo reveló que el Señor de Sipán medía 1,67 metros y murió a los 40 años, aproximadamente en el año 278 d.C., posiblemente a causa de una epidemia. La excavación de la tumba se completó en marzo de 1988. Sin embargo, los trabajos en Sipán continuaron gracias al patrocinio de la National Geographic Society. Esta organización definió el hallazgo como uno de los más significativos del siglo XX, comparable al descubrimiento de la tumba de Tutankhamón.
El Señor de Sipán fue el máximo jerarca de la cultura Moche, una de las civilizaciones más importantes que se desarrollaron en la costa norte del Perú entre los siglos I y VII. Su vida se desarrolló alrededor del año 250 d.C., y se estima que vivió aproximadamente hasta los cuarenta años. El descubrimiento de su tumba en 1987 reveló una riqueza de artefactos y ornamentos que reflejan su alto estatus y el sofisticado nivel de organización social y política de los Moches.
La cultura Moche destacó por su cerámica de gran belleza y estética, que ofrece una visión detallada de su cosmovisión. Los mochicas representaban en sus esculturas y ornamentos figuras de hombres y mujeres, deidades, seres mitológicos, animales, plantas, así como escenas de ceremonias y guerras. Muchos de estos objetos se han encontrado en cementerios, proporcionando valiosa información sobre la vida, creencias y prácticas funerarias de esta antigua civilización.