“Yo quería, en cuanto a museografía, poner un poco énfasis en los dibujos, sobre todo en los grandes, que no se han visto en Lima nunca. Estos dibujos conforman el trabajo de sus últimos años. Cuando por algunas razones de salud no podía pintar al óleo, que es muy demandante físicamente, se dedicó a producir estos dibujos, que son muy grandes”, declara Yvonne von Mollendorff a La República a razón uno de los puntos de interés de la sólida exposición Forastero en la tierra de su esposo Rafael Hastings (1945 – 2020) que exhibe el Museo de Arte Contemporáneo, con apoyo del Banco de la Nación, hasta el 4 de agosto.
Se trata de una muestra póstuma, un homenaje a un artista que supo ser auténtico partiendo del único camino válido, el cual Hastings supo reconocer desde muy joven: hacia dentro. Esta actitud le permitió ser un creador, y en especial, un hombre, libre, y explorar en esa condición diversas parcelas creativas, porque si hay un edificante problema con Hastings, es que no se le puede catalogar en un solo rubro. En la pluralidad temática que encendía su búsqueda, dos columnas sostenían su prestigio: el movimiento y el cuerpo humano.
Esta impresión se sustenta tras recorrer la exposición, que le presenta al visitante un mundo poliédrico que va más allá de la sola exhibición, es decir, también lo invita a participar mediante la reflexión: apreciamos la obra de Hastings, pero esta a la vez —ahí su hechizo— abre las puertas hacia una dimensión mayor: ¿qué es el proceso creativo?
“La muestra es un conjunto que hemos concebido siguiendo el mundo de Rafael. Entre la música envolvente y la presencia de la pintura, los dibujos, los videos, la escultura, se forma un conjunto que me parece muy significativo. Es como un pequeño comprimido de este universo. El universo de Rafael era muy extenso, muy libre, ajeno a las modas. Nunca encajó en lo que se llama el mainstream, la corriente de moda. No es que se haya alejado, sino simplemente nunca encajó y se mantuvo bastante apartado del circuito de galerías. Yo creo que el arte hay que ir a buscarlo. El artista a veces se esconde en rincones. Si te interesa el arte, pues tienes que buscarlo. No se te ofrece, no es una canción de moda.”, precisa Von Mollendorff sobre cómo Hastings asumía su poética.
Los óleos del “Cuarto Rojo”, la música de Manongo Mujica, el carácter artesanal y cinético de los dibujos, que se contraponen a los óleos (“Tauromaquia”, “Piettá” y “Sur”, a saber), generando de esta manera un diálogo y no una fricción, como podría pensarse, dejan una certeza sobre quién pudo ser Hastings y que las señalas nominales de la exposición confirman: un hombre curioso al que le gustaba estaba estar solo. Desde esa postura, Hastings desplegaba su asombro por el video, por citar un ejemplo, y, en especial, por el enigma que se le significaba el arte precolombino. Su obra no solo es estéticamente atractiva y sensorial, es del mismo modo explosiva intelectualmente.
“Era muy curioso, era muy amiguero, tenía además una lindísima conversación. Todos sus amigos lo recuerdan por eso. Pero sí, era un hombre solitario en el fondo. Rafael pasaba muchos momentos en soledad, debía estar conectado con sus temas. Todo artista debe esconderse un poquito y hacer tu acto de creación en soledad”.
Otra impresión que depara Forastero en la tierra, es la posición de Hastings ante la vida pública, pero no nos referimos a las características acababas de presentar, sino a una más bien política: su obra, al igual que esta exposición homenaje, es una crítica a la concepción occidental de la cultura. Hastings, de adentro hacia fuera, integral/universal por donde se le vea.