Sarah Sallon, investigadora de Israel, había leído sobre la germinación de semillas de loto antiguas. A raíz de este hecho, dedicó su tiempo a comprobar si podía revivir un árbol legendario, llamado palmera de dátiles, cuyos granos se encontraron en las ruinas de un palacio de Herodes. Ella y su equipo de arqueólogos botánicos escribieron un estudio científico revelador tras la experiencia.
Esta 'resurrección' de la planta, según Sallon, brinda nuevas esperanzas en nuestra lucha contra la extinción masiva de las especies al contradecir lo supuestamente imposible. Sus colegas, incluso, la habían tildado de "loca" cuando se enteraron de sus intenciones.
Sarah Sallon, una experta en medicina natural, tuvo una idea que la comunidad científica consideró totalmente descabellada: plantar semillas de una palmera de dátiles —Phoenix dactylifera— de 2.000 años de antigüedad, encontradas en una antigua fortaleza romana cerca del Mar Muerto. A pesar del escepticismo de los arqueólogos botánicos, quienes la tildaron de "loca", Sallon siguió adelante con su plan.
Sallon estaba vinculada al directorio del Centro de Investigación de Medicina Natural Louis L. Borick, en el Hospital Hadassah Ein Kerem, Jerusalén. Junto con Elaine Solowey, una especialista en agricultura árida del Instituto Arava de Estudios Ambientales en Kibbutz Ketura, lograron cultivar palmeras de dátiles a partir de semillas del Reino de Judea, una civilización conocida por la calidad de sus frutos desde el siglo XI antes de Cristo.
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Ambas destacaron la excelencia de estos dátiles antiguos por su gran tamaño, sabor dulce y propiedades medicinales. El proyecto no solo demostró ser un éxito en términos de cultivo, sino que también ofreció un buen augurio en medio de la crisis climática y la extinción masiva de especies, comentó Sallon.
“Puedes dejar que las semillas permanezcan adormecidas miles de años, creemos que están extintas y ¡boom!, basta un par de manos de oro, como las de Elaine, para traerlas de vuelta a la vida”, declaró la especialista a la agencia AFP. La publicación se encuentra disponible en Science Advances.
El viaje comenzó cuando Sallon leyó sobre la germinación de semillas de loto antiguas y eso la empujo a buscar lo imposible. Ella solicitó a la Universidad Bar Ilan de Israel el acceso a semillas de dátiles preservadas desde 1960 en Masada, una antigua fortaleza palaciega construida por el rey Herodes el Grande, y en cuevas ubicadas en el sur de Israel, entre las colinas de Judea y el Mar Muerto.
A pesar de la incredulidad inicial de los botánicos, obtuvo cinco semillas y se las entregó a Solowey. Aunque los primeros intentos no dieron resultados, en 2005 una semilla germinó y la planta fue nombrada Matusalén, en honor al personaje bíblico conocido por su haber vivido 969 años.
Los resultados confirman la existencia de una cultura de domesticación sofisticada en la antigua Judea. De esta forma, los agricultores habrían calculado cuáles eran las palmeras machos más adecuadas para la polinización de las palmeras hembras, las que producen los frutos.
Se cree que una alta variedad de intercambios migratorios en la zona habría contribuido para ello. “Utilizaron cruzamiento con machos extranjeros (genéticamente diferentes) para desarrollar una rica colección de variedades”, se indica en el estudio científico.
Con las plantas en la mano, los científicos pudieron realizar distintos análisis y pruebas. Primero, recolectaron fragmentos de las cáscaras de semillas adheridas a las raíces de las plantas. Estos pedazos fueron perfectos para la datación por radiocarbono, lo que confirmó que los granos provienen de una época de entre 1.800 y 2.400 años atrás.
“Descritas por escritores clásicos como Teofrasto, Heródoto, Galeno, Estrabón, Plinio el Viejo y Josefo, estas valiosas plantaciones produjeron dátiles atribuidos con diversas cualidades, incluido el gran tamaño, los beneficios nutricionales y medicinales, la dulzura y una larga vida de almacenamiento, lo que les permite exportarse a todo el Imperio Romano", destacaron en el artículo.
Cientos de semillas de dátiles bien conservadas de yacimientos arqueológicos de Masada, Qumrán, Wadi Makukh y Wadi Kelt quedaron a disposición de los expertos en botánica. Estas unidades reproductivas habían sido encontradas en excavaciones llevadas a cabo en el desierto de Judea entre los años 1963 y 1991.
Finalmente, de 32 semillas elegidas, solo seis germinaron, conforma a los apuntes del estudio científico. Las identificaron por los siguientes nombres bíblicos: Jonás, Uriel, Booz, Judit, Ana y Adán.