No hay día más cruel para un piloto del Dakar que el día en el que se queda fuera de la carrera. Se trata de un reto durísimo, en el que en cada esquina puedes encontrar un problema y que tarda mucho en conceder la revancha. Se disputa las dos primeras semanas del año y el resto de tiempo es preparación y una larga espera hasta que vuelvan a abrirse las puertas del desierto el siguiente mes de enero. Por eso es duro abandonar el desafío, y más si es en los primeros días, sin poder demostrar todo lo que habías entrenado. Esto le ha sucedido a Carlos Sainz en su estreno con Ford, una marca que apareció en el momento adecuado para que el madrileño siguiese haciendo historia en el Dakar.
Ganó en 2024 su cuarto «Touareg» y se produjo el adiós de Audi. Sin una marca oficial es imposible ver al «Matador» en el desierto, y justo ahí surgió la opción de Ford, que estaba desarrollando el Raptor. Pronto se pusieron de acuerdo y Sainz empezó a poner de su parte en la preparación del coche. El recorrido proponía la crono de 48 horas muy pronto, después de la primera etapa, una trampa en la que podían caer algunos ilustres. Y le tocó a Sainz, que volcó el primer día y, aunque pudo seguir en carrera y completar la segunda parte de la etapa doble, al llegar al campamento le sacaron bandera negra. Las barras de seguridad estaban tocadas, y aunque su equipo es oficial y Ford tenía los medios de sobra para arreglarlas, la FIA fue implacable, igual que le había sucedido a Laia Sanz y le pasó posteriormente a Sebastien Loeb, que también dio vueltas de campana con su Dacia Sandrider y se vio eliminado por obra y gracia de la Federación Internacional.
Los tres aceptaron las reglas aunque no estén de acuerdo con ellas y, Sainz, nada más aterrizar ayer en Madrid, anunció que queda Carlos para rato. «Si vuelvo el año que viene es porque tengo opciones de ganar, igual que sucedía en esta edición, lo que pasa es que casi no me ha dado tiempo a demostrarlo», decía en Barajas, convencido de que su tiempo en el Dakar no se ha terminado. En sus redes sociales se despedía del equipo y anunciaba que hasta 2027 tiene contrato y motivación para seguir aumentando su palmarés. «Lo primero ahora es recuperarme anímicamente, porque es duro estar preparando la carrera todo el año y en dos días venirte para casa. Es un error que cuesta admitir. La pena fue que se doblaron las barras un poquito. Estoy enfadado conmigo mismo y por eso me da tanta rabia. Cometí un error y lo he pagado, aunque sea por tres milímetros», decía sobre la deformación de las barras por las que la FIA le mandó a casa.
Su discurso era muy parecido al de Laia Sanz al aterrizar en Barcelona después de su primer abandono en quince participaciones. «Tengo muchas ganas de volver, más que nunca. Quiero pensar que lo que ha pasado ha sido por algún motivo que todavía desconozco. Pero en cualquier caso, ha provocado que tenga todavía más hambre de volver, de prepararme bien y de hacerlo bien», aseguraba. «Aunque son momentos duros, la motivación sigue siendo alta. Llego con la sensación de que no lo he dicho todo en esta carrera, que puedo conseguir un buen resultado en coches», cerraba.