La noche del miércoles se escucharon tiroteos en Yamena, capital de Chad. Venían del recinto presidencial, o próximos del mismo. Pocos minutos después del ataque, un vídeo grabado en la oscuridad de la noche mostraba un puñado de cadáveres tiroteados por las fuerzas de seguridad chadianas, mientras los primeros indicios señalaban que el ataque había sido ejecutado por terroristas miembros de Boko Haram. Boko Haram, cuya zona de operaciones se limita habitualmente en los alrededores del lago Chad, a poco más de cien kilómetros de Yamena.
Que el ataque hubiera sido ejecutado por los terroristas tenía sentido, desde que el presidente chadiano, Mahamat Déby, inició en el mes de noviembre una ofensiva contra Boko Haram que ha causado importantes daños en la estructura del grupo terrorista. Voces contrarias a Francia indicaron rápidamente en redes sociales un posible vínculo entre este ataque y la retirada de las tropas francesas del país tras solicitarlo el gobierno chadiano en el pasado mes de noviembre, alimentándose de teorías de conspiración desprovistas de sustento.
Sin embargo, en una comparecencia protagonizada por el ministro de Exteriores del país, Abderaman Koulamallah, realizada en el interior del recinto presidencia, la información ofrecida demostró una realidad mucho más estrafalaria de lo que era posible imaginar en un principio. Puede que este sea el intento de desestabilización más mediocre ocurrido en el continente africano en el último lustro, si exceptuamos el ataque a la capital congoleña que tuvo lugar en mayo de 2024.
Esta es la versión oficial de los hechos: que los atacantes viajaban en uno o dos vehículos y que procedían de un barrio de la capital. Que actuaban bajo la influencia de las drogas y del alcohol, mientras que sus únicas armas disponibles para realizar este asalto descabellado consistían en machetes y cuchillos. No portaban ningún arma de fuego. Que uno de los vehículos en los que viajaban se averió, obligándoles a descender antes de lo previsto y caminar algunos metros. Que esta pandilla zarrapastrosa acuchilló a los cuatro guardias situados en la entrada del recinto presidencial, matando a uno de ellos e hiriendo a los otros tres, para luego iniciar una desesperada carrera por los jardines, donde fueron irremediablemente abatidos a tiros. El ministro Koulamallah concluía diciendo que “no es probable” que se tratara de un ataque terrorista, descartando así los rumores que atribuían la autoría a Boko Haram, y afirmó que se ofrecerían más detalles de lo sucedido a lo largo de este jueves.
El saldo final del ataque han sido 27 muertos y tres heridos.