La calefacción es una de esas eternas incógnitas entorno a la que se crean múltiples mitos y falsas creencias. Desde los remedios caseros de toda la vida hasta los trucos virales promovidos en redes sociales. No obstante, en estas situaciones la opinión de los expertos es algo desconocida y, una vez que se conoce, puede resultar algo chocante por las contradicciones producidas con los consejos de nuestros mayores. Y es que, como pasa en otras disciplinas, aunque en nuestro imaginario popular hayamos encontrado una concepción a nuestro entender correcta, cuando el oficio que la ocupa se cruza de por medio, la realidad es bien distinta.
En su vasta mayoría, las leyendas que se extienden en la sociedad surgen de tiempos pasados en los que los recursos eran escasos. Hoy en día se siguen usando debido a su efectismo y a la eficiencia de los mismos pero, de alguna manera, sus métodos son algo cuestionables. Pues exactamente esto sucede con aquellos trucos que utilizamos en nuestro hogar para dar calor a las paredes de las mismas. Un claro ejemplo es el de introducir papel de aluminio en el interior del radiador para que este, gracias a sus propiedades, propague el calor por toda la habitación. Si bien es un método muy válido en algunas situaciones puede deteriorar el calefactor.
Con motivo del ahorro económico, esta clase de arreglos son esparcidos entre nuestras conversaciones pero en algunos casos lo que a corto plazo puede suponer un apoyo al bolsillo a largo plazo puede conformar un coste imprevisto que arruine lo conseguido en primera instancia. Para ello, algunos organismos como el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) han dado la solución más segura para eludir este tipo de problemáticas. La razón de ser de esta idea proviene de su accesibilidad y facilidad de uso pues la falta de atención no es un problema.
En efecto, la IDAE ha concluido en que el termostato es la herramienta que vela por el bien tanto económico como climático de nuestras viviendas. Ante la disyuntiva que surge del debate de si mantener una temperatura mínima en el núcleo del domicilio o de apagar y encender el aparato, si bien la segunda opción sobresale respecto a la primera, el termostato programable puede ejercer esta función con las directrices que se le impongan. Se estima que el ahorro con este artefacto supone una décima parte de la factura mensual. Es por eso que su implementación cada vez es más frecuente.
La Organización de Consumidores y Usuarios aporto a su comunidad varios consejos que hoy recogemos en un listado con los más relevantes y efectistas del repertorio: