Desde los satélites de la izquierda más próximos al Gobierno ya han empezado a sembrar la idea de que si el Rey Felipe VI no asiste hoy al primer acto de los preparados por el Gobierno para celebrar este año el 50 aniversario de la muerte de Franco es porque «no quiere», porque no ha tenido a bien cambiar la agenda.
Zarzuela ha informado de que es un tema que ha sido abordado con el presidente del Gobierno y que hay acuerdo al respecto, en un intento de evitar cualquier tipo de controversia. Pero esta no es la línea que siguen las terminales de la izquierda.
Por eso, para poner sordina a este movimiento que pretende instaurar la idea de que Felipe VI se desmarca de estas celebraciones –dentro de un patrón que la izquierda usa para poder alentar la idea de que si no participas de la agenda del Gobierno es que estás con la dictadura, y si lo haces, es que eres un verdadero demócrata– Zarzuela sí ha adelantado ya que el Rey estará en varios actos, uno de ellos que será general sobre la Monarquía, sin más concreciones, y otro, sobre los campos de concentración.
A este debate por una agenda que Moncloa podría haber organizado de otra manera para garantizarse la presencia de Felipe VI, si realmente era su objetivo principal, ayer el Gobierno añadió otro inconveniente al dejar en manos del Rey la decisión de invitar o no a Don Juan Carlos. Esta es una celebración que no se puede entender sin tener en cuenta la Transición y el papel del Monarca en la misma.
El Gobierno ha evitado hasta ahora pronunciarse sobre el protagonismo que Don Juan Carlos debería tener en los actos de conmemoración de los 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco. Cuando la realidad histórica es que Juan Carlos I tuvo un papel muy determinante en el proceso que se quiere celebrar: a los dos días de la muerte de Franco asumió la Jefatura del Estado, designado por el dictador.
El presidente Pedro Sánchez abrirá hoy esta iniciativa, arropado por su Gobierno y por la flor y nata de la izquierda. El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, compareció ayer para comunicar la creación de un comisionado técnico y de los expertos que coordinarán los actos, a pesar de que el proyecto ya se ha puesto en marcha. No dio datos del presupuesto, sino que simplemente se remitió a una comparecencia futura en la que detallará el coste de la campaña.
Fue preguntado hasta en tres ocasiones por el papel de Don Juan Carlos, sin más respuesta que remitirse a la decisión que tome la Casa Real. «Estamos en contacto permanente con la Casa Real y lo que hagamos lo acordaremos con ello».
Pero la realidad es que el Gobierno no tiene en mente facilitar la presencia de Juan Carlos I en ninguno de estos actos: conmemoran la muerte del dictador y no la coronación del Monarca. La justificación que dan es que no se puede homenajear a quien hoy reside fuera de España y sobre el que pesan graves acusaciones a las que no ha hecho frente por su inviolabilidad constitucional y la prescripción.
En la «cocina» de la Moncloa cuentan con que este proyecto les sirva para recuperar presencia pública con otros temas distintos al de su debilidad parlamentaria o a los casos de corrupción que están judicializados.
Desde el Gobierno y el PSOE ya han aprovechado, además, la negativa del PP a participar de estos actos para mover el mensaje de que esta decisión prueba sus conexiones con el franquismo y que es un partido rehén de Vox. En ese sentido, el ministro Torres insistió ayer en que la muerte de Franco es el momento de celebrar la libertad, pese a que esta no llegara hasta años después con las primeras elecciones democráticas de 1977 y la aprobación en 1978 de la Constitución. Y para dejar en mal lugar al PP recordó que esto es lo que se ha hecho en otros países como Portugal, Alemania, Italia o Grecia, donde, según subrayó, sí recuerdan la caída de todos sus dictadores.
La sensación que dejan las primeras explicaciones que da el Gobierno sobre los actos por la muerte de Franco confirman que parecen diseñados para que se conviertan en un campo de minas para la Jefatura del Estado y también para el principal partido de la oposición. Y eso sucede en un momento en el que Felipe VI tiene una popularidad en niveles máximos, al contrario de lo que le ocurre al presidente del Gobierno.
El último año ha terminado con un distanciamiento entre Moncloa y Zarzuela, aunque esta última se ha esforzado en disimularlo en todo momento y en quitar importancia a los desplantes por parte del Gobierno. No es solo Paiporta, sino también cómo el Gobierno estuvo a punto de arruinar el viaje de Estado de Don Felipe y Doña Leticia a Italia, filtrando que no quisieron asistir a la reapertura de Notre Dame y que, además, supuestamente no se lo comunicaron a Exteriores.