El Papa Francisco mueve ficha ante la segunda vuelta de Donald Trump en la Casa Blanca. Así al menos se interpreta el hecho de que ayer diera a conocer que el cardenal Robert Walter McElroy, uno de sus hombres de confianza en Estados Unidos, será el nuevo arzobispo de Washington, convirtiéndose así en algo más que un vecino del presidente norteamericano. La designación del purpurado se conoce dos semanas antes de la toma de posesión del magnate y toma el testigo de Wilton Gregory, quien a los 77 años, supera en dos años la edad normal de jubilación para los obispos y que es además el primer cardenal negro en la historia católica del país.
Originario de San Francisco, a sus 70 años McElroy estaba hasta ahora al frente de la diócesis de San Diego. Hasta la llegada de Bergoglio a Roma no era ni mucho menos habitual que un territorio eclesiástico considerado menor como este obispado de California contara con un cardenal. Sin embargo, el Papa optó por McElroy antes que por premiar, por ejemplo, a José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles, perteneciente al Opus Dei y presidente de la Conferencia Episcopal hasta 2022. Ahora tiene al menos cinco años por delante para pilotar la capital norteamericana.
Y es que McElroy no ha dudado en dar un paso al frente y sacar la cara, no solo por las reformas papales, sino visibilizar su apoyo a colectivos de frontera en términos términos eclesiásticos como los homosexuales y los divorciados. Este posicionamiento le ha hecho ser víctima del fuego amigo, llegándole a tachar de «hereje». «La oposición a Francisco surge de su intención de completar el trabajo del Concilio Vaticano II en lugar de retroceder», asegura el nuevo pastor de Washington. De la misma manera, está a favor de que la Iglesia se abra al diaconado femenino, en tanto que «sería un paso significativo hacia su inclusión en la vida de la Iglesia». Eso sí, es consciente de que «la ordenación de mujeres al sacerdocio en este momento dividiría a la Iglesia».
Junto a McElroy, el otro colaborador más fiel del Pontífice argentino es el nuncio Christophe Pierre, que también tiene Washington como base de operaciones. Este francés se ha convertido en la voz de Francisco entre un Episcopado al que parece haberle cogido este pontificado con el pie cambiado.
De hecho, el Papa visibilizó ese respaldo a su embajador creándole cardenal en 2023, un reconocimiento que no suele darse a diplomáticos en activo.
Prueba del desapego entre los obispos y la Roma actual es la elección del arzobispo castrense, Timothy Broglio, como presidente de la Conferencia Episcopal, un perfil que a priori no encajaba en materia doctrinal con el Papa argentino, pero sí está respondiendo a la defensa de los derechos de los migrantes por los que clama Bergoglio.
