La batalla por el control de las materias primas necesarias para las nuevas tecnologías, la electrificación y el avance global se libra en varios frentes. Desde el control de los puertos al de países enteros. Y la mayor de ellas se libra por un continente completo: África.
Allí, China ha establecido una situación monopolista, bien con el control directo o a través de «joint ventures», sobre las principales minas de la región del mundo donde más variedad y cantidad de minerales y tierras raras existen: desde el oro y los diamantes al cobre, el cobalto, el coltán o el litio.
A nadie sorprendió que una de las últimas decisiones del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al margen del indulto a su propio hijo Hunter, fuese la asignación de una partida de unos 570 millones de euros (600 millones de dólares) para el proyecto del denominado «Corredor Lobito», la línea férrea que pretende unir Angola, Zambia y República Democrática del Congo. El objetivo de Biden con ese urgente desembolso en el África profunda no es otro que el de presentar por fin batalla a la expansión china por el continente africano.
En una de sus últimas misiones, Biden anunció en la capital angoleña esa partida que engrosa los 3.803 millones de euros (4.000 de dólares) que EE UU ha dedicado hasta ahora a desarrollar junto con la Unión Europea el Corredor Transafricano Lobito, llamado así porque la línea férrea que unirá las minas de estos países concluye en el puerto de Lobito, en la propia Angola.
En esta alianza, que celebró a finales de año su cumbre en Luanda, participan también Tanzania y representantes de la Corporación Financiera Africana.
El corredor consiste, en esencia, en una línea de ferrocarril de 1.300 kilómetros desde el puerto de Lobito hasta la ciudad angoleña de Luau, en la frontera con la RDC, que se extiende otros 400 kilómetros hasta la urbe minera congoleña de Kowelzi, muy cerca de la frontera con Zambia. En esta ciudad viven literalmente sobre ingentes minas de cobalto, cobre y otros minerales más de medio millón de congoleños.
Está prevista la construcción de otros 800 kilómetros de vías que hagan llegar el ferrocarril a Zambia, y EE UU ha manifestado incluso su intención de hacer que el corredor alcance algún día la costa oriental africana.
Washington está más que preocupado por el dominio aplastante de China sobre las materias primas críticas.
El 80% de las minas de cobre de la República Democrática del Congo están en poder de compañías chinas, que tienen también el control del 85% de las llamadas «tierras raras», minerales muy escasos, incluido el 76% de la producción de cobalto, esencial para las baterías.
La línea fue construida a principios del siglo XX por Bélgica y Portugal, pero cayó en desuso con el proceso de descolonización. En octubre de 2023, la UE, Estados Unidos, el Banco Africano de Desarrollo, la Corporación Financiera Africana (AFC) y los tres países africanos implicados firmaron un memorando de entendimiento para revitalizar la infraestructura.
Con este acuerdo, la licitación para operar durante treinta años el corredor fue concedida a un consorcio formado por tres empresas: la proveedora de materias primas Trafigura (49,5%), con sede en Singapur; la constructora portuguesa Mota-Engil (49,5%) y la operadora de ferrocarriles belga Vecturis (1%).
El objetivo del corredor es reducir el tiempo de tránsito desde Zambia y el sur de la RDC hasta el puerto de Lobito de los 45 días actuales a menos de una semana.
¿Para qué? Porque la demanda de materias primas se ha multiplicado por cuatro desde 1970 y podría crecer un 60% para 2060, y Zambia y la RDC tienen algunas de las mayores reservas de cobre, cobalto y coltán.
Y es que la ruta atraviesa las regiones mineras congoleñas de Katanga y el llamado «Cinturón del Cobre» en Zambia. La provincia de Katanga es rica en minerales, especialmente en cobalto, mineral raro usado en la fabricación de teléfonos móviles.
Sin embargo, esta ruta choca con el control que ya tienen las mineras chinas sobre la mayoría de los recursos africanos. Pekín lleva años de ventaja en África y en el desarrollo de los coches eléctricos. El gigante asiático representó en 2023 el 60% de las ventas globales de estos vehículos, frente al 25% de Europa y el 10% de EE UU, según la Agencia Internacional de la Energía.
Se da la paradoja de que tras expirar la concesión de 99 años, Angola recuperó la vía en 2001 y, desde entonces y tras la reconstrucción llevada a cabo por una empresa china por 2.300 millones de euros, la ruta férrea combinaba locomotoras americanas General Electric y vagones chinos.
Sin embargo, el proyecto no solo choca con los intereses chinos sino con el conflicto que asola la parte oriental de la RDC, que perdura desde la década de 1990, con el «genocidio congoleño» de por medio, en el que murieron 5,7 millones de personas. El conflicto entre hutus y tutsis tras el genocidio de Ruanda y las guerras por el control de las materias primas están tras esta inestabilidad. Kinshasa denuncia el apoyo del ejército ruandés al M23, un grupo de tutsis congoleños. Angola trata de mediar para lograr la paz. Mientras tanto, China sigue sacando ventaja.