«Inquebrantable». Una década después del horror, así define su espíritu Charlie Hebdo en 2025. El semanario satírico publica un número especial con ese titular a grandes letras en su portada en la que su actual director, el caricaturista Riss, dibuja a un lector sentado sobre un rifle de asalto sonriendo y leyendo la revista. «La sátira posee una virtud que nos ha ayudado a atravesar estos años trágicos: el optimismo. Si uno tiene ganas de reír, es porque tiene ganas de vivir. Pase lo que pase, las ganas de reír no desaparecerán jamás», dice el director de Charlie Hebdo en el editorial del número especial. Aunque su sede es ahora secreta y sus redactores siguen viviendo bajo extraordinarias medidas de seguridad, la revista sigue publicando decenas de miles de ejemplares cada semana, unos 20.000, aunque lejos del extraordinario auge de ventas tras el ataque. Vendió ocho millones de ejemplares justo después de la tragedia. En este contexto, la publicación afirma que, tras el atentado, la primera misión de la revista fue «sobrevivir», porque «si Charlie se hundía y desaparecía, los terroristas ganaban».
Diez años después, las conmemoraciones organizadas hoy en lugares como la antigua sede del semanario, donde irrumpieron los hermanos Kouachi para asesinar a doce personas aquella mañana, contarán con la presencia del presidente Emmanuel Macron y la alcaldesa Anne Hidalgo. La lucha contra el terrorismo debe continuar «sin descanso» ha pedido en la víspera el propio presidente galo señalando que «el riesgo sigue siendo alto en nuestras sociedades». El relato de la mortal secuencia de menos de dos minutos que hacen los supervivientes sigue produciendo escalofríos una década después. Uno de ellos fue el periodista Laurent Leger. «De repente escuchamos el ruido de varios petardos sin que supiéramos exactamente de qué se trataba. Después se abrió la puerta al grito de ‘Alá es grande’. Recuerdo que apareció un tipo encapuchado, vestido de negro y armado, mantenía el arma entre sus dos manos, un fusil de asalto o una kalashnikov y olía a pólvora. Entonces salté y me cobijé debajo de una mesa. Y así escapé. Disparó sobre mis compañeros y luego se hizo un silencio», nos relata.
En esta fecha especial, en la que Francia se pregunta a sí misma qué queda del espíritu de Charlie, la revista intenta dar respuesta cuantificada a través de los resultados de un sondeo que muestra que el 76 por ciento de los franceses considera que «la libertad de expresión es un derecho fundamental y que la libertad de caricaturizar forma parte de ello». Además, el 62 por ciento está a favor del «derecho a criticar de manera provocadora una creencia, un símbolo o un dogma religioso», aunque el mismo porcentaje cree que no «se puede reír de todo». Los atentados del 7 de enero de 2015 causaron una conmoción mundial y dieron origen a un eslogan de apoyo que se hizo famoso: «Je suis Charlie». Cerca de cuatro millones de personas se manifestaron en toda Francia, con la participación de numerosos jefes de Estado y de gobierno en una gran manifestación en París organizada cuatro días después del brutal atentado. El semanario publica hoy también cuarenta viñetas procedentes de 28 países en un concurso internacional que organizaron el año pasado para demostrar que el estado de ánimo de sus creadores es «¡inquebrantable!». Entre las caricaturas, una de Jesucristo crucificado haciéndose un selfie, otra con hombres barbudos y con turbante con un cartel en el que se puede leer «la teocracia es cool».
Además de la libertad de expresión y la autocensura, el atentado de Charlie Hebdo abrió muchos debates cruzados que Francia arrastra hasta hoy con especial atención al de la laicidad, que abandonó el terreno de lo consensual para pasar a ser un elemento más de la batalla política. «Es un efecto claro de los atentados de 2015 porque hicimos de la laicidad una cuestión primordial en la respuesta al terrorismo», dice a LA RAZON Christophe Bertosi, uno de los mayores investigadores en Islam y laicidad de Francia. «Hemos hecho de esta cuestión algo identitario exigible a ciertas minorías, concretamente a los descendientes de origen musulmán para que demuestren su capacidad de adhesión para ser ‘verdaderos’ franceses como los demás».
Pese al horror, aquel ataque tan sólo fue el principio de una bucle, una oleada de atentados de los años de plomo del terrorismo yihadista. El 13 de noviembre de 2015 se producían los ataques en la sala Bataclan y en bares y restaurantes de París, con un saldo de 130 muertos. En el año 2016 raro fue el mes en el que no se produjera o abortara un atentado. Y el pasado 23 de diciembre un tribunal condenó a ocho personas vinculadas con la decapitación del profesor de secundaria Samuel Paty en el año 2020. Paty había mostrado las caricaturas de Mahoma de Charlie Hebdo en su clase de secundaria. Los homenajes de estos días en Francia se completarán con otro tributo a una policía asesinada por los autores del ataque cuando huían, y en un tercero a las víctimas de un atentado contra un supermercado judío en París con cuatro asesinados el 9 de enero, dos días después del atentado contra la revista.