El tránsito de gas ruso a través de Ucrania hacia la Unión Europea llegó a su fin tras expirar un acuerdo de cinco años, poniendo fin a una era que comenzó en 1991, cuando Rusia empezó a utilizar el territorio ucraniano para abastecer de gas a Europa. Tras esta decisión, de esta decisión existen implicaciones políticas y estratégicas tanto para Moscú como para Bruselas, en especial a nivel económico.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, expresó que no permitiría que Rusia siguiera generando ingresos a costa del sufrimiento de su país. Sin embargo, la Comisión Europea aseguró que los países del bloque están preparados para afrontar este cambio, aunque la transición no será igual para todos: mientras que las naciones del oeste y el norte de Europa han diversificado sus fuentes de energía, varios estados del este aún dependen significativamente del gas ruso.
A ciencia cierta, el corte de tránsito afecta directamente a países como Austria, Hungría y Eslovaquia, que hasta ahora habían sido receptores clave del gas ruso desde Ucrania. De hecho, Eslovaquia, en particular, ha manifestado su preocupación por las consecuencias económicas de esta decisión, que incluyen el aumento de los costos de transporte y el riesgo de incrementos en las tarifas energéticas para los consumidores.
Mientras tanto, Moldavia, que no forma parte de la UE, enfrenta un escenario aún más crítico. Este país depende del gas ruso para alimentar sus centrales eléctricas y abastecer a la región separatista de Transnistria, respaldada por Moscú. El cese del suministro ha dejado a miles de personas sin calefacción en pleno invierno, lo que ha llevado al gobierno moldavo a declarar un estado de emergencia y buscar formas alternativas de garantizar la energía.
En la otra cara de la moneda, la interrupción del tránsito de gas a Europa a través de Ucrania también tiene un impacto considerable en Rusia. Si bien el presidente Vladimir Putin ha minimizado las pérdidas, argumentando que Europa sufrirá más las consecuencias, el fin de este acuerdo supone la pérdida de un mercado clave para Gazprom, la compañía estatal rusa de gas. Aunque Moscú mantiene exportaciones a países como Turquía, Serbia y Hungría a través del gasoducto TurkStream.
Desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, la UE ha reducido drásticamente su dependencia del gas ruso, pasando de un 40 % de las importaciones en 2021 a menos del 10 % en 2023. Para ello, el bloque ha recurrido al gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos y Qatar, así como al gas transportado por tuberías desde Noruega. Además, países como Polonia y Alemania han establecido rutas alternativas para garantizar el suministro.
Polonia, por ejemplo, ha fortalecido sus conexiones con terminales de GNL y redes de transporte desde el Mar del Norte. Su ministro de Asuntos Exteriores, Radoslaw Sikorski, aseguró que todos los países europeos tienen opciones para reemplazar el gas ruso y que estas rutas deben explorarse activamente para evitar que Moscú siga obteniendo beneficios económicos del petróleo y el gas.