El gélido clima del invierno siempre plantea este dilema en las casas de nuestro país. Por norma general hay quien fundamenta esta solución en las costumbres que se han adherido al núcleo familiar con el paso de los años. Es por eso que estas dos opciones siguen vigentes, principalmente, por los falsos mitos creados entorno a ellas. Pero, los profesionales han esclarecido que una de estas dos elecciones favorece al ahorro energético y económico. Pero antes de encontrar dicha respuesta a este debate hay que analizar una serie de factores y situaciones que intervienen directamente.
En primera instancia, el objeto principal de estos movimientos consiste en mantener el calor en el hogar de forma prolongada y constante. Por tanto, en el supuesto de que se abandone momentáneamente la vivienda, cuestión de horas, la duda surge en si mantener al mínimo la calefacción o quitarla para, a la vuelta, posteriormente encenderla de nuevo. Otro asunto que atañe a esta situación son los pareceres de cada uno. Para cada persona la sensación térmica es diferente y esto sucede en los integrantes de la familia que habiten en sus respectivas casas.
Y es entonces donde las dudas se intensifican. Sin embargo, los expertos tienen una respuesta que nos despejará los interrogantes que rodean a esta disyuntiva. Asimismo, la instalación del aparato de calefacción, que puede tener ciertas variantes, es motivo de cambio en algunos apartados, pero, si nos basamos en el sistema estándar la respuesta es clara.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el uso de un termostato ayuda en el ahorro energético reduciendo la factura hasta una décima parte por lo que se trata de un cambio notorio a largo plazo. Es por eso que, con vistas a mantener la temperatura media de la vivienda constante, se requiere de uno de estos aparatos cuya medida es muy fiable y deja espacio casi nulo al error. Es recomendable que la térmica del hogar no descienda nunca de los 18ºC.
La respuesta que tanto buscamos encuentra su origen en apagar la calefacción siempre que abandonemos el domicilio. Si bien cuando hacemos muchas maniobras el gasto incrementa en la factura, este sobreprecio se compensa con el tiempo que está apagado el termostato. Es decir, mantener la calefacción, aunque sea al mínimo, supone un precio más elevado que la otra opción por lo que no se recomienda mantenerla sino directamente apagarla. Además, al venir del exterior, donde hace más frío, nuestro cuerpo se acostumbra a temperaturas más bajas y del mismo modo sucederá en el interior del hogar.
Alguno de los más obvios son, por ejemplo, no cubrir con nada el radiador que esté encendido. La práctica más habitual en este sentido es secar la ropa con el calor que desprenden pero esto puede afectar a la temperatura del hogar puesto que la función del radiador queda reducida. Otro truco reside en programar la temperatura de la casa para las horas en las que estemos durmiendo, cuando el cuerpo está en reposo y arropado no es necesario mantener los mismos grados que durante el día. Por supuesto, aislar puertas y ventanas es otro factor que contribuye a la causa. Las ventanas con doble cristal ahorran hasta un 50%.