España ha disfrutado de un viento de cola durante el último año, un viento que ha impulsado su economía hasta crecimientos históricos situándola por encima de la de sus socios europeos. Todas las previsiones de los principales servicios de estudios, incluidos los del Banco de España, apuntan en la misma línea: el PIB de España crecerá un 3,1% en 2024. La economía española ha «sorprendido», dice Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, y «unas fuerzas subyacentes explican esta robustez»: el consumo público, con una previsión de crecimiento del 4% en 2024, y el consumo privado, que crecerá un 2,6%; los precios de la energía para las empresas, un 27% más bajos que en Europa; una cifra histórica de mano de obra inmigrante –el 85% de la nueva población procede de la inmigración y un 40% del empleo nuevo también–; un récord en la llegada de turistas; y unas exportaciones robustas.
Además, las tensiones inflacionistas que empezaron a materializarse en 2021 están perdiendo fuerza gracias a las políticas monetarias. Se espera que la inflación cierre en 2024 en el 2,8%, y baje hasta el 2,1% en 2025. Sin embargo, la inflación subyacente, que excluye productos volátiles como la energía y los alimentos, no bajará del 2% de «forma persistente y duradera», advierte María Jesús Fernández, economista senior de Funcas.
Las previsiones económicas dependen de las percepciones, dicen los expertos, y al viento de cola que empuja a España en 2024, le acompaña un horizonte de incertidumbres. Ángel Gavilán, director general de Economía del Banco de España, espera que la economía española complete un proceso de «aterrizaje suave» y no estalle «ninguna bomba». De cara a este próximo año, los vaticinios apuntan a una moderación del PIB, con un crecimiento del 2,5%. Las exportaciones se ralentizarán al 2,9%, el consumo privado caerá al 2,5%, el déficit público se acercará al 3% y el paro se mantendrá por encima del 11%.
Aunque en 2024 se habrán generado unos 400.000 empleos, en 2025 la cifra podría reducirse ahora a 350.000, recuerda Fernández. «Vivimos tiempos inciertos», señala Alicia Coronil, economista jefe de Singular Bank. Según ella, España atraviesa una «crisis de liderazgo», que conduce a las empresas a desaprovechar este ciclo de expansión económico para posicionarnos mejor en tecnología. Además, Coronil advierte que España no puede vivir indefinidamente del «maná» del turismo, especialmente porque las economías de mercados clave como Francia, Alemania o Reino Unido están estancadas.
José Emilio Boscá, investigador de Fedea y catedrático de la Universidad de Valencia, identifica importantes retos estructurales para la economía española: En primer lugar, baja inversión pública y privada, especialmente en I+D y tecnología, lo que limita la capacidad de modernización. También débil crecimiento del PIB per cápita, afectado por el rápido incremento de la población y sectores de baja productividad. A ellos se suman los desajustes en el mercado laboral y de la vivienda, que afectan tanto a la productividad como al bienestar de los ciudadanos.
Por otro lado, Rafael Pampillón, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad CEU San Pablo y profesor en IE Business School, resalta que el consumo público, los servicios, el turismo y las exportaciones de ingeniería y construcción han sido motores del crecimiento económico. Sin embargo, advierte que las políticas fiscales, como el impuesto a la banca y las cotizaciones laborales, aumentarán los costes para las empresas y reducirán el poder adquisitivo de los hogares.
La productividad española tampoco muestra el comportamiento deseado, con un crecimiento débil del 1% en cuatro años. «España sigue confiando en el efecto tractor de los fondos Next Generation que no se está produciendo», lamenta Ángel Gavilán. «A la burocracia y a la carga regulatoria española se suma la falta de mano de obra, lo que está limitando la actividad en muchos sectores. España mantiene una tasa de paro del 11%, que podría reducirse al 10%, pero aún está lejos de economías como la de EE UU, con un desempleo del 6%, o la de la zona euro, con una tasa del 4%», arguye el experto del Banco de España. Se añade que hay 130.000 parados en la construcción que no están en contacto con las nuevas vacantes de empleo, recuerda Torres, porque, como añade Coronil, la labor de intermediación laboral no se hace de manera correcta.
Pampillón advierte de que la economía española depende en gran medida del empleo generado por la llegada de mano de obra inmigrante y sectores de baja productividad. «Nuestra economía crece, pero la renta per cápita sigue por debajo de la media europea, y esto refleja nuestras carencias estructurales», concluye. Otro cuello de botella es la vivienda, como señala Torres. Cada año se crean 280.000 hogares nuevos en España, pero solo se construyen 120.000 viviendas, lo que impulsa el aumento de precios. Pampillón reclama mayor seguridad jurídica para atraer inversión y solucionar este desequilibrio.
El contexto internacional también plantea riesgos significativos. A la inestabilidad política y económica en Alemania y Francia –principales mercados para las exportaciones españolas– se suma la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. Estas circunstancias podrían desestabilizar los mercados financieros y contagiar a España, advierten los expertos. Entre los desafíos de Europa, Gavilán destaca la limitada capacidad de crecimiento y la necesidad de un nuevo marco fiscal capaz de preservar la inversión. Le sorprende que Alemania, con 40 puntos de PIB menos en deuda que el promedio europeo, no quiera gastar más para cumplir con las reglas fiscales, mientras otros países las incumplen. «El problema no es que tengamos pocos fondos sino que no los queremos invertir», apunta.
Coronil señala como asignatura pendiente que Europa refuerce sus exportaciones hacia Asia-Pacífico y fomente la creación de hubs que impulsen una industria competitiva. «El modelo del Estado de bienestar europeo está obsoleto, y nadie quiere tocarlo, lo que dificulta la competitividad. La sociedad europea está en un valle y no quiere que el statu quo se rompa», señala esta experta. Pampillón va más allá y lamenta que ni España ni Europa estén en la frontera del conocimiento. «Somos un parque temático al lado de China y EE UU», critica.
En cuanto a la política arancelaria con la que amenaza Donald Trump, Raymond Torres asegura que Europa necesita una posición fuerte y coordinada para mostrar que también «puede haber represalias». Coronil concluye que estamos en una nueva era geopolítica donde Europa debe elegir bien a sus aliados. «Europa debe despertar», advierte.
Para que España complete el proceso de aterrizaje suave, como espera Gavilán que ocurra en 2025, necesita una estrategia clara que garantice un crecimiento sostenible. Esto pasa por reformas fiscales, mayor inversión en capital humano y una política económica que ofrezca seguridad jurídica. Sin estas medidas, España podría quedar rezagada frente a economías más competitivas.