En un intento desesperado por frenar la caída de la fecundidad, el régimen de Corea del Norte ha comenzado a enviar a los divorciados a trabajos forzados en campos de reeducación. Esta medida busca castigar a quienes no se ajustan a las estrictas normas familiares impuestas por el estado.
Alarmadas por un índice de natalidad crítico, las autoridades consideran a los divorciados un problema social. Aquellos enviados a estos recintos enfrentan condiciones severas y trabajos extenuantes, obligados a “reintegrarse” en una sociedad que los margina.