Desde los cinco días de pasión, en los que Pedro Sánchez trasladó que se estaba pensando dimitir como presidente del gobierno, varios miembros de la dirección socialista comenzaron a dar por terminado el ciclo político.
De igual manera, no son pocos los que saben que el 2025 será año de elecciones y se preparan para el momento de elaboración de las listas y de lo que vendrá después. La estrategia no tiene nada de novedoso, mantener un escaño para poder seguir siendo relevante si se diese la circunstancia de que el PSOE perdiese las elecciones.
En el momento en el que Sánchez deje de tener poder, se sucederán en cascada las deserciones, primero las de los más cercanos, y se postularán los que quieran tomar el relevo.
Ya hay quienes se visualizan a sí mismos liderando el Partido Socialista. Son evidentes las ambiciones de los menos ilustrados, es el caso de Óscar Puente. Próximo al poder como pocos, se ha dado cuenta de que, en un ambiente de tremenda polarización, cuando más grueso sea el exabrupto, más aplausos va a cosechar.
Tuvo un verano lleno de sombras , cuando se publicaron fotografías jugando al golf al tiempo que centenares de usuarios de los servicios ferroviarios sufrían diversos errores. Sin embargo, ha sabido sorprender en el manejo de las redes sociales en la tragedia de la Dana.
Nadie en España lo vería como candidato a la presidencia, pero en el congreso del PSOE de noviembre se dio un paseíllo con la afición entregada. Créanme, Óscar Puente se lo cree, aunque en este momento hacen falta más puentes entre españoles y menos Óscar Puente.
En otro estilo, más enmarcado en las conspiraciones palaciegas, se encuentra Félix Bolaños. Se ha ocupado de no ser la punta de lanza contra el Partido Popular y de mantener buenas relaciones con los socios de gobierno, tanto los independentistas como de Bildu. En algún momento se le han visto las intenciones, como cuando en sus viajes a las comunidades autónomas pedía tratamiento protocolario de presidente.
Las expectativas de María Jesús Montero han quedado en modo de espera por la posibilidad de que Sánchez la envíe a liderar la federación andaluza. Para ella es todo un retroceso porque, si bien cuando llegó al ejecutivo se la impulsó con ese fin, el nombramiento de vicepresidenta del gobierno le hizo soñar con la sucesión.
En todo caso, Sánchez se ha ocupado siempre de que nadie destaque como sucesor porque quiere perdurar indefinidamente.