La fábrica de la «propaganda» de partido siguió ayer funcionando a pleno rendimiento. Esta vez para contestar al discurso del Rey Felipe VI en el que pide «diálogo, consenso y serenidad». La confrontación ha ocupado el espacio del debate y de la discusión legislativa, esto último debido a que el Gobierno no tiene mayoría parlamentaria que permita producir leyes. Y la difusión de consignas ha pasado a ser la función principal de todos los equipos de dirección porque es la línea estratégica a la que dedican más recursos y más tiempo.
En la resaca de la Nochebuena, nada ni nadie se salió del guion en el apartado de las reacciones al discurso de Su Majestad. Realmente, cabe pensar que son patrones que tienen ya predibujados y que actualizan con pequeños matices, diga lo que diga Felipe VI y sean cuales sean las circunstancias. Si se coge la literalidad de su discurso de Nochebuena, con un tono especialmente conciliador, es muy difícil entender que alguna formación no se sienta cobijada y representada bajo sus palabras: esas apelaciones al bien común, al diálogo, a trabajar por encima de las eventuales divergencias, y teniendo como referente la catástrofe de la DANA. En suma, una llamada a dejar de apretar el acelerador de la confrontación para colaborar más en el interés común.
Pues, aun así, todos los socios del Gobierno tiraron de manual para criticar al Rey y a la Corona.
De todos ellos, significativamente el más duro fue Podemos, cuya portavoz de guardia, la secretaria de Discurso, Acción Institucional y portavoz adjunta, María Teresa Pérez, se descolgó con la afirmación de que Felipe VI le parece más un diputado de Vox –por pedir calma y diálogo– que el Jefe del Estado. Tachó su discurso de «caduco y reaccionario», obviando incluso la parte del mensaje en el que Felipe VI mostró su compromiso con la igualdad y dio un toque de atención a quienes hoy toman decisiones legislativas sobre el problema de la vivienda o la falta de atención a la migración. «Fue un discurso del régimen que ampara la corrupción del bipartidismo». Su secretaria general, Ione Belarra, le calificó como «el proyecto deprimente de la derecha española».
Sumar, aun estando en el Gobierno, siguió entonando la misma sintonía, aunque con palabras menos agresivas formalmente. «El discurso del Rey ha sido decepcionante y derechizado». señalaron en X. La campaña contra Felipe VI incluye como nota común su ubicación al lado de la derecha política, en un juego con el que oficiosamente sintonizan algunas voces de la dirección socialista.
En el lado del independentismo, no les hizo falta ni siquiera ver el discurso, como así reconocieron que habían hecho Jordi Turull y Oriol Junqueras, para tacharle de irrelevante y falto de credibilidad.
Junts y ERC siguen rasgándose las vestiduras por su papel tras el referéndum ilegal de independencia del 1 de octubre de 2017. Bildu echó en cara al Rey que la Monarquía española no sea «ni modélica ni ejemplar ni transparente». Y el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, se quejó de la visión idílica de Felipe VI de la Constitución que «ni PNV ni la sociedad vasca apoyaron en 1978». «Aquí hay una nación que es la vasca. Decir que en el Estado español hay una única nación es negar lo incuestionable».
La respuesta oficial de los socios del Gobierno sonó a que estaba escrita antes de que se emitiese el discurso del Rey, pero entre bambalinas las reflexiones apuntan en otra dirección. Ni siquiera en el bando más crítico con la Monarquía pasan por alto los aciertos del Rey en los diez años que han pasado desde su proclamación. Atacan al pasado de Don Juan Carlos, pero son conscientes de que la imagen de Felipe VI «está limpia» ante la mayoría de la sociedad española, y que, además, la Heredera, la Princesa de Asturias, está actuando como un foco de atracción de la Monarquía «imbatible». Es en el independentismo catalán más racional donde se puede escuchar que si hoy se convocase una encuesta sobre la Corona, la opción republicana saldría más que derrotada. Y esto es una tendencia que va más allá de la presencia y de la gestión que hicieron los Reyes de su visita a Paiporta en los momentos más duros de la DANA.
Además, coincide con una etapa en la que el Gobierno, y especialmente su presidente y el ministro de Asuntos Exteriores, no encuentran el sitio correcto en sus relaciones con el Jefe del Estado. Dando a veces la impresión de que les molesta la agenda y el protagonismo del Monarca. Pero ni en los momentos de más tensión, ni en los «desplantes» –que reconoce un diputado independentista catalán– «el Rey ha dicho o ha hecho algo que se saliese de su papel». «A nuestro pesar, es el principal instrumento de consolidación constitucional».
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El Rey censuró durante su discurso de Nochebuena la «atronadora» lucha política. Y los grandes partidos políticos compitieron ayer en aplaudir su mensaje de Navidad sin darse por aludidos. El PSOE se quedó con el llamamiento de Felipe VI a la «serenidad». «No podemos estar más de acuerdo. El consenso debe ser el camino de la política». Y el PP, por su parte, prefirió destacar su defensa de la Constitución y del «bien común». «La Monarquía parlamentaria cierra otro año ejemplar al servicio de todos los españoles. Y a su lado», señaló Alberto Núñez Feijóo.
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