El año que termina fue también en el que Israel e Irán parecieron estar abocados en más de una ocasión a una guerra directa y total. Iniciada con la matanza terrorista del 7 de octubre de 2023, la estrategia del «eje de la resistencia» coordinado y dirigido desde Teherán de atacar a Israel en media docena de frentes –de Gaza a Yemen pasando por Cisjordania, Líbano y Siria– atravesó todo 2024, elevando la tensión regional a niveles máximos.
Pero además Israel y la República Islámica se enfrentaron de manera directa –un hecho inédito en la historia de una rivalidad– hasta en dos ocasiones a lo largo del año. La primera ocurrió en la noche del 13 de abril, cuando Teherán decidió vengar con el lanzamiento de drones y misiles balísticos –un total combinado de 320– un bombardeo de las Fuerzas de Defensa de Israel que acabó con la vida de dieciséis personas, incluidos dos civiles y varios militares de alto rango, en la Embajada iraní en Damasco unos días antes.
La agresión, a la que se unió Hizbulá, fue neutralizada prácticamente en su totalidad por el sistema defensivo israelí. Menos de una semana después, Tel Aviv bombardeaba con drones una base aérea iraní situada en la provincia de Isfahán, la misma desde la que había salido la lluvia de drones unos días antes rumbo a territorio israelí.
La segunda de las veces que Irán volvió a atacar directamente a Israel se produjo el 1 de octubre y en el contexto de la ofensiva de las FDI contra la más poderosa de sus fuerzas «proxy» en la región, Hizbulá, que había perdido tres días atrás a su mítico secretario general, Hassan Nasrala, en un bombardeo israelí. Las fuerzas del régimen de los mulás lanzaron en torno a 200 misiles balísticos contra territorio del «ente sionista» mayoritariamente neutralizados por el sistema defensivo israelí.
La respuesta israelí aguardaría hasta el 26 de octubre, cuando las FDI llevaron ataques contra infraestructura militar en Teherán y otros puntos del país, pero evitando instalaciones nucleares y petroleras. Habida cuenta de que fueron fundamentalmente operaciones medidas y limitadas, Teherán y Tel Aviv dieron muestras de tratar de evitar una confrontación directa que habría podido desencadenar una guerra de escala regional en Oriente Medio.
El año a punto de concluir fue también testigo del debilitamiento de Hamás, que durante 18 años tuvo el más férreo de los controles sobre Gaza, y de Hizbulá, la poderosa milicia chií, como consecuencia de sendas campañas militares israelíes en la Franja y Líbano. Aunque los especialistas se resisten a dar por muertas a ambas representantes del «eje de la resistencia», coinciden en aventurar que necesitarán varios años para recuperar el poderío militar perdido. Otro golpe al orgullo iraní se produjo el 31 de julio, cuando el líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, perdió la vida en Teherán, adonde había acudido par asistir a la toma de posesión del nuevo presidente MasoudÑ Pezeshkian, en un aparente atentado organizado por los servicios de inteligencia israelíes.
Más de un año de bombardeos en Gaza acabaron por mermar significativamente las capacidades militares de la organización islamista que, sin embargo, seguía sin aceptar un acuerdo con Israel que partiera de la base de la liberación de los rehenes del 7 de octubre.
Tras casi un año de cruce continuado de fuego a un lado y otro de la Línea Azul, las Fuerzas de Defensa Israelíes decidieron a mediados del mes de septiembre de 2024 elevar la intensidad de la ofensiva contra infraestructura y tropas de la poderosa milicia proiraní en el sur de Líbano y su feudo beirutí, además de en otros puntos del país del cedro. En menos de dos semanaas las FDI fueron capaces de descabezar a Hizbulá, tanto en su rama política como militar, incluido su secretario general, asesinado en el sur de Beirut el 27 de septiembre, y de someterla a humillaciones como la explosión simultánea de miles de buscas y «walkie-talkies» en manos de miembros de la organización, una operación que dejó más de treinta muertos y casi 3.000 heridos y que asombró la mundo por su sorprenden ejecución.
El 27 de noviembre, y tras el duro castigo recibido, la milicia nacida durante la guerra civil libanesa y Tel Aviv alcanzaban un acuerdo para el alto el fuego en principio limitado a dos meses. La organización fundada y financiada por Irán se volvió a comprometer, como ocurriera hace 18 años, a retirar sus fuerzas del sur de Líbano para facilitar al Ejército libanés la asunción completa de la seguridad. El mes de enero será decisivo para Líbano toda vez que las fuerzas políticas, incluida Hizbulá, tendrán que ponerse de acuerdo en la elección de un presidente y un jefe de las Fuerzas Armadas, paso imprescindible para superar el largo bloqueo institucional en el país del cedro.