Un 20 de noviembre de 1975 de hace 49 años la información quedó reducida a una sola noticia. Francisco Franco, el jefe del Estado español durante 38 años, había fallecido. Su muerte se produjo como consecuencia de un fallo multiorgánico, después de haber sufrido, en un mes, tres infartos, hemorragias internas, varias operaciones y un sinfín de pruebas para alargarle la vida. En la memoria de muchos españoles, aún hoy, hay la imagen de Carlos Arias Navarro pronunciando, entre sollozos, que Franco había muerto.
Con ello se ponía fin a una dictadura militar que se inició antes de finalizar la Guerra Civil y a la que el fútbol tampoco pudo escapar. Es uno de los deportes más populares de la historia y su potencial para llegar a la gente ha sido usado a los largo de los años por diversos sistemas políticos como arma ideológica para inocular ideas en la sociedad. Los primeros en darse cuenta del poder de las pasiones que levanta el “deporte rey” fueron los regímenes totalitarios del siglo XX, en los cuales el marketing político tuvo una importancia vital.
Franco no dudó en convertirlo en uno de sus instrumentos para difundir las bondades del régimen. Para el franquismo, el deporte fue un fin para acercarse a la victoria, salir en la foto y propagar las bondades de su mensaje al mundo. El fútbol siguió las directrices impuestas desde El Pardo: paternalismo, uniformidad nacional y jerarquización.
Los clubes fueron abandonando los viejos campos de fútbol para trasladarse a grandes estadios y la gente encuentra en este deporte una manera de identificarse tras el grave conflicto que acababan de vivir. Esa importancia social es identificada por el régimen y Franco, que fue un gran aficionado al deporte rey gracias a la Quiniela (todas las semanas jugaba varias columnas), no dudó en impulsar su crecimiento.
El régimen vigiló a los periodistas que cubrían el fútbol y también se adueñó de los clubes e incluso de los futbolistas. Sin embargo, también hubo jugadores que se atrevieron a desafiarlo. La historia de estos tres futbolistas representa a aquellos que, pese a todo, se plantaron ante el dictador:
Triunfó en el Real Madrid y alzó la Copa de Europa pero su “no” a Franco pasó a la historia.
Antonio Calpe, que falleció en abril de 2021, triunfó en el Real Madrid con la defensa que formó junto a De Felipe y el internacional de Alberic, Manolo Sanchís. Empezó profesionalmente en el CD Alcoyano, compitiendo la temporada 1961-62 en Tercera División. En la temporada 1962-63 fichó en el Levante UD que estaba en Segunda División y al acabar el año subió el equipo a Primera División. Como curiosidad, Calpe esa temporada jugó todos los partidos y además de titular. En la temporada 1965-66 fue traspasado al Real Madrid CF, siendo uno de los componentes del llamado equipo ye-ye, y ganó cinco trofeos importantes, incluyendo cuatro campeonatos nacionales y la Copa de Europa en 1966. Y fue precisamente esa Copa la que no quiso mostrar al dictador.
El Real Madrid acababa de ganar la sexta Copa de Europa, en 1966, la bautizada como ye-yé, y la plantilla debía cumplir con el protocolo de la época: visitar a Franco en El Pardo. El capitán de aquel equipo, Ignacio Zoco, apareció en el vestuario e informó al resto de sus compañeros de que había que ir a la recepción con el dictador. Sin embargo, uno de ellos se negó. Antonio Calpe, que solo llevaba una temporada en el Bernabéu procedente del Levante, dijo que él no iba.
Calpe fue hijo de la postguerra. Como la mayoría de los niños de su época creció asido a un balón en las calles de una Valencia todavía herida por los efectos de la Guerra Civil. En su casa, la contienda había dejado heridas muy profundas. A Antonio, de hecho, le pusieron ese nombre en recuerdo de un tío fusilado. “No le podía dar ese disgusto a la familia”, recordaba años después, según publicó El País.
Un 27 de septiembre de 1975, la dictadura de Francisco Franco llevaba a cabo sus últimos fusilamientos. Las víctimas: Jon Paredes (Txiki) y Ángel Otaegui (miembros de ETA); José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Xosé Humberto Baena, militantes de FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). La decisión causó un amplio rechazo internacional, pero no hubo indulto de última hora para los condenados que se fueron a dormir con la certeza de que “tras la noche”, vendría “la noche más larga”, tal y como les homenajeó el cantautor Luis Eduardo Aute en su canción “Al Alba”.
Inesperadamente, un día después de las ejecuciones, dos futbolistas de Racing de Santander decidieron desafiar al franquismo luciendo un brazalete negro: ellos fueron Sergio Manzanera y Aitor Aguirre.
Los jugadores, a pesar del riesgo, no dudaron en saltar con el simbólico brazalete al campo en el partido ante Elche, disputado en los Campos de Sport del Sardinero. Parecía que su gesto había pasado desapercibido pero en el descanso, de regreso al vestuario, la situación se puso tensa. Según relata el Diario Montañés, “cuando los jugadores regresaban a los vestuarios, los cordones negros seguían atados en las mangas blancas de las camisetas de Aitor y Sergio. Creen que nadie ha dado importancia al hecho, pero se equivocan. Varios policías vestidos de paisano apartan a los futbolistas y se dirigen a ellos amenazantes: ‘O se quitan ahora mismo esos brazaletes o ustedes no salen en el segundo tiempo, se vienen con nosotros a comisaría’.
Fueron multados cada uno con la cantidad de 100.000 pesetas de la época, a pesar de que el fiscal solicitaría hasta cinco años y un día de cárcel para ambos jugadores. Sin embargo, el fallecimiento de Franco provocó que se diluyera del todo la causa contra los dos futbolistas que nunca se arrepintieron de lo que hicieron.
“Fue mi granito de arena hacia la democracia. Había muchísima presión social, se intuía un cambio pero no se sabía en qué dirección: si se quedarían los herederos de Franco o llegaría la democracia. Además yo estoy en contra de la pena de muerte” declararía años después Manzanera en una entrevista en Las Provincias.
Pero su gesto tuvo consecuencias, Manzanera recuerda que tenía que dormir con escopeta: “Yo era cazador en esa época. Nos amenazó la extrema derecha, Fuerza Nueva, y había grupos de estos que estaban totalmente incontrolados y bajo las órdenes del Régimen. Se reunió un Consejo Nacional y nos amenazaron de muerte a mí, a Aitor Aguirre (el otro jugador racinguista que llevó el brazalete) y al presidente del Racing, que no tenía nada que ver. No me arrepiento. Ni yo ni Aitor Aguirre”.