Las vacaciones son un momento de descanso, pero también de hacer locuras. Salir más de lo habitual, probar nuevas comidas, estrenarse en deportes de riesgo o incluso tatuarse. Al salir de su zona habitual, las personas tienden a ser más atrevidas y eso no siempre sale bien. El mejor ejemplo de ello es lo que le sucedió a una mujer de 34 años de Liverpool, Kirsty Griffiths, que durante sus vacaciones en Turquía decidió tatuarse.
La mujer pagó 130 dólares por un arreglar su tatuaje de flores en su tobillo derecho: "Ya tenía una rosa en el tobillo, pero no me gustaba, así que me hizo una rosa mejor y más grande para cubrirla", explicó al Daily Mail. Lo que parecía una solución ideal, se acabó torciendo: "El tatuador hizo primero el contorno. Pero cuando estaba a punto de terminar esa parte comencé a sentirme mareada y como si me fuera a desmayar".
La situación fue a peor e incluso tuvo que levantarse: "No podía ver nada y vomité. El tatuador dijo que era por mis niveles de azúcar en sangre y en ese momento pensé que podría ser así". Lo que parecía una ligera molestia fue aumentando paulatinamente hasta no poder aguantarlo: "Nunca había experimentado esto antes en mi vida. Al principio el dolor estaba bien, pero luego se hizo más intenso. Era el tipo de dolor que te hacía sentir mal. No podía soportarlo, así que le pedía que parara para poder respirar", afirmó en la entrevista al medio británico. Pese a ello, siguió haciendo vida normal, incluso llevando a sus hijos a una fiesta de Halloween.
Sin embargo, la mañana siguiente todo cambió al ver que una pierna era el doble que la otra: "Estaba enrojecida y en carne viva, como si tuviera ampollas en el tatuaje. Había líquido detrás, que era la infección". Tras ver esto decidió volver a Reino Unido, cogiendo un vuelo que nunca olvidará: "Fueron las peores cuatro horas de mi vida".
Al llegar a casa, la mujer fue ingresada y se le detectó una celulitis potencialmente mortal que se había extendido al estómago y la vesícula biliar. Este tipo de celulitis es una infección bacteriana que afecta las capas profundas de la piel y puede propagarse a otras zonas del cuerpo. Requiere antibióticos urgentes y si no se trata puede infectar múltiples áreas del cuerpo y eventualmente provocar una sepsis fatídica.
Los médicos trataban de paliar un dolor inaguantable: "Todas las noches lloraba y gritaba de dolor. Me inyectaban morfina una y otra vez, y aún sentía el dolor a pesar de los analgésicos", confesó. Incluso se llegó a temer por una posible amputación: "Los médicos vinieron a visitarme dos cirujanos diferentes y uno dijo que si esto no mejoraba, tal vez tendrían que amputarme el pie".
Tras cuatro días en el hospital, la situación mejoró gracias a los antibióticos, pero el tatuaje dejó la pierna marca, según explicó: "Ahora, mi tatuaje parece todo costra, negro. Me pica mucho y sigue siendo muy doloroso". Pese a superar el peor momento y evitar el mayor riesgo, Kirsty Griffiths sigue con problemas: "No puedo dormir toda la noche porque tengo mucho dolor y no puedo apoyar ningún peso sobre él". Según explicó al medio inglés, sigue mostrando cojera y tomando paracetamol.
"No me di cuenta de que estaba introduciendo demasiado la aguja y causando dolor", reveló, mostrando la profundidad de la aguja como el posible inicio del problema. La mujer reflexionó sobre lo ocurrido en su viaje: "Me pregunto cuántas personas más se habrán quedado así. Esto me ha quitado las ganas de hacerme tatuajes" y advirtió a la gente que quiera tatuarse: "Les diría a otras personas que estén pensando en hacerse un tatuaje en el extranjero que investiguen y consideren bien a la persona que han elegido para realizar el trabajo".
Un estudio de Lutronic PBS revela que el 42% de los españoles se ha hecho al menos un tatuaje. Pese a ser algo cotidiano, es importante comprobar el lugar en el que uno se tatúa para evitar problemas como los de esta mujer de Liverpool.