“El cambio climático mata” y “si necesitan más recursos, que los pidan” pasarán a la historia como dos frases que resumen a la perfección la hipocresía y condescendencia del Gobierno de Sánchez. Que el señor Sánchez solo usa el cambio climático como excusa para crujirte a impuestos es una evidencia. Si se creyese lo que dice, no penalizaría a las empresas e industrias que invierten y crean soluciones de innovación y tecnología que mejoran la sostenibilidad, no tendría paralizadas miles de millones en licencias de inversión en renovables, no demonizaría a las empresas que ponen su capital para dar alternativas, no prohibiría la limpieza de cauces, barrancos y brozas multando a 600 euros del ala a quien se atreva a hacerlo, ni gastaría 2.500 millones de euros en derribar infraestructuras. Dice el Gobierno que no son embalses ni presas, sino barreras fluviales. ¿Y qué? ¿Qué es una barrera fluvial, almas de Dios? Barreras que mitigan estos desastres.
Si se creyese que el cambio climático mata, no se pasearía en Falcon hasta a una boda, no dispararía el gasto público intensivo en energía ni la flota de vehículos que acompaña al Gobierno más caro de la historia, y desde luego no aceleraría el proceso de cierre de las centrales nucleares, con un coste de 26.500 millones. El negacionista es él.
La ministra Ribera, en la Eurocámara, dijo que “la crisis económica de 2008 impidió que se ejecutaran las obras necesarias para prevenir riadas en la zona afectada”. Curiosamente, esa crisis no evitó que se gastasen miles de millones en subvenciones al exterior. Y se escuda en la crisis de hace dieciséis años. Su ministerio tiene un presupuesto de 12.000 millones de euros anuales. El Ejecutivo ha aumentado el gasto público discrecional, el que no tiene que ver con pensiones o Seguridad Social, en 30.000 millones de euros anuales. El Gobierno de Sánchez gasta al año 300 millones de euros en Presidencia. La suma del coste de las obras que se han frenado y saboteado por sectarismo político no llegaría a los 400 millones en total. El proyecto en el barranco del Poyo ascendía a unos 300 millones, y las infraestructuras de conexión y derivación paralizadas desde 2019 suman 80 millones. En total, es diez veces menos del dinero que ha encontrado sin problema el gobierno para gastar en comprar acciones de las empresas que quiere politizar y para el que no tenía espacio presupuestario alguno.
La ministra Ribera criticaba en la Eurocámara a los “negacionistas del cambio climático” y recordaba que ella lleva años alertando de que estas catástrofes se iban a acrecentar. ¿Sí? Pues entonces es responsable por omisión y denegación.
[[QUOTE:PULL|||Cuando pones a activistas a gestionar, siempre destruyen lo que fingen proteger]]
Los verdaderos negacionistas, por lo tanto, son ellos. Imaginen por un momento a un Gobierno que prevé un ataque enemigo inminente y decide retirar sus defensas y efectivos militares. ¿Irresponsable o criminal? ¿O se intuye un incentivo perverso de permitir que la catástrofe ocurra y usarla para exigir más impuestos y culpar al enemigo político? Imagine un cuerpo de bomberos que, ante un incendio en ciernes, decide desmantelar los vehículos de bomberos, retrasar la inversión en equipos y cerrar las mangueras. ¿Quién es, entonces, el negacionista?
Ante una crisis energética y una supuesta emergencia climática… ¿deciden cerrar las plantas nucleares activas, que el propio sector sabe que se pueden mantener y solo necesitan que no se hagan inviables por impuestos confiscatorios? ¿Deciden prohibir la minería de cobre, litio, tierras raras, todas esenciales para la descarbonización, y crujir a impuestos a las empresas que tienen los recursos, los proyectos y la tecnología para desarrollar las mejores alternativas? Me temo que los negacionistas son ellos.
Cuando pones a activistas a gestionar, siempre destruyen lo que fingen proteger. Es un insulto a la inteligencia de los españoles que el gobierno más caro de la historia te diga, quince años después, que “vino la crisis de 2008 y no había fondos”. Fondos han tenido para todo lo que han deseado, incluidos rescates a líneas aéreas chavistas y empresas cercanas a la mujer del presidente.
Es insultante que se presenten como los que realmente saben de cambio climático y de su aparente emergencia y a la vez hagan el análisis de la adecuación y drenaje del barranco del Poyo y rechacen la inversión por un análisis de “coste-beneficio”. Hay que ser caraduras. Por un lado, te dicen que ellos sí que saben que las consecuencias del cambio climático serán devastadoras y los daños multimillonarios y por otro les parece que el coste, que no llega a una fracción de lo que gastan en asesores, es mayor que el beneficio, salvar vidas y mitigar esos daños millonarios que ellos conocen perfectamente y de antemano porque son los más listos del clima.
Estos son los que hablan de cifras multimillonarias de “externalidades” pero luego el coste de un drenaje es demasiado alto con respecto al beneficio. Que se lo digan a las más de 215 víctimas. Sin embargo, 300 millones de euros al año para Presidencia es positivo en “coste-beneficio”.
Es insultante que rápidamente se lancen a pedir más impuestos y más expolio a las familias equiparando cambio climático con presupuesto cuando despilfarran decenas de miles de millones anuales y se desentienden de cualquier responsabilidad cuando llega una lluvia torrencial que se da recurrentemente. Y se presentan como la solución torpedeando las defensas.
Es vergonzoso que se diga, con tono paternalista, que “si necesitan más recursos, que los pidan” mientras el Ejército, el único que tiene maquinaria pesada, equipos, experiencia y capacidad de gestionar una crisis de este tamaño, es obligado a quedarse mano sobre mano durante días, no vaya a aplaudirles la población.
La DANA, gota fría, o como la quieran llamar, volverá. La politización de la confederación hidrográfica, la hidra de cargos políticos regionales y nacionales que no tienen responsabilidad alguna cuando algo pasa, la prohibición de limpieza de ríos, barrancos y cauces, la demolición de infraestructuras fluviales y la penalización a las empresas que ofrecen soluciones, van a continuar.
Dice Sánchez, para desviar responsabilidades, que el Estado somos todos. Pues bien, el Estado, por el bien de todos, necesita menos Sánchez, menos Ribera, menos activistas de Powerpoint y más Ejército, más empresas y más ingenieros.
Si ellos saben más que nadie de riesgos climáticos y, por acción, omisión e inacción, han eliminado infraestructuras clave que mitigan sus consecuencias, deben dimitir por dejación de responsabilidades, imprudencia, irresponsabilidad y denegación de socorro ante una catástrofe anunciada. Sánchez y Ribera han demostrado ser negacionistas de lo que dicen defender, negacionistas del servicio público y negacionistas de la administración prudente. Que se vayan.
En la próxima DANA, que llegará, no queremos iluminados activistas de Powerpoint y jet privado ni expoliadores profesionales de tono condescendiente.