Hay que saludar efusivamente la presencia en los atriles de los conjuntos radiotelevisivos de este magno oratorio haendeliano, en el que predomina el canto coral. Una buena piedra de toque. La música, tan enjundiosa y bien trabada, sus complejidades formales y sus amplios “fugatos”, nos muestran al compositor en su cénit. Y aún faltaban tres años para que diera a luz “El Mesías”. El grueso de la obra reposa sobre la masa coral y la impresión de conjunto es la de que estamos ante un “anthem” (suerte de himno) amplificado escrito en el estilo grandioso que Haendel había experimentado diez años antes en la música compuesta para la coronación de George II. Los solos no son más que raramente la expresión dramática directa de los personajes. Si la segunda parte (la primera en la versión que hoy se escucha) relata la liberación de los israelitas en el Mar rojo, es el Coro y no los solistas el que protagoniza la narración. En la tercera es ese pueblo de Israel el que expresa su gratitud por su liberación.
Lo que se ha escuchado aquí es pues lo que podríamos denominar la versión abreviada en dos partes. De Vriend, un especialista en estas músicas ha agarrado el toro por los cuernos y se ha lanzado con entusiasmo a desbrozar una partitura nada fácil. La versión, con muchas cosas positivas, ha sido desigual y apresurada. En el concierto del viernes seguro que acabará por pulirse del todo. Y la afinación, dudosa en algunos momentos, mejorará y se podrá entonar mejor, por ejemplo, el Coro con contralto (contratenor en este caso) “Y los hijos de Israel gimieron por causa de esa esclavitud”. El fugato “Ellos se negaban a beber del río” tuvo mejores hechuras.
Muy musical y bien entonado el Coro “Él les mandó granizo en vez de lluvia”; y misterioso y bien perfilado el siguiente, “Él cubrió con densas tinieblas todo el país, hasta las tinieblas podían tocarse”. Marcado con la debida fuerza, casi con pasión derivada del mando sin batuta del director, “Él aniquiló a todos
los primogénitos de Egipto”. Las féminas del coro anduvieron inseguras en el siguiente número, “En cuanto a su pueblo, lo guio como se guía a un rebaño de ovejas”. Faltó pulimento. Muy contrastado y con expresivos silencios, el que comienza con las palabras “Él amenazó al Mar Rojo, y el mar se secó”. Y “tutta forza” en “Pero las aguas cubrieron a sus enemigos, y no quedó ninguno”, en donde hubo un ostensible destemple.
Las dos sopranos estuvieron más que dignas en “El Señor es mi fuerza y mi cántico”, uniendo sus vocalizaciones a la línea concertante de los violines. Enseguida, el dúo de bajos “El señor es varón guerrero”, bien expuesto por Recio y Cordón, y el coro lírico “Las profundidades los han sepultado”. Buen pulso el de De Vriend en la exposición del Coro fugado “Tu diestra, oh, Señor, se ha tornado gloriosa merced a tu poder”. Tras el aria de tenor, el majestuoso “¿Quién puede compararse a Ti, oh, Señor, entre los dioses? ¿Quién puede compararse a Ti, glorioso en la santidad, temible en las alabanzas, hacedor de prodigios? Tú tendiste tu diestra”.
Nos gustó especialmente el Coro “Las gentes lo oirán y se atemorizarán; la congoja se apoderará de ellos”, firmemente dibujado. En su sitio y expresión el aria de contratenor “Tú los llevarás, y los asentarás en la montaña de tu heredad”, de curioso aire valsístico, La fuga final, con soprano incorporada, “Cantad al Señor, pues ha triunfado gloriosamente”, no salió del todo limpia pero coronó con fervor una interpretación que tuvo dignidad y en la que pudimos aplaudir el musical comportamiento de las dos sopranos, el del contratenor, el imbatible Carlos Mena. Menos el del tenorcito Boden, voz destimbrada pequeñísima. Poco presentable. Aplauso general para la reducida orquesta (36 miembros), especialmente para los dos trompetas; para el clave, el positivo y la tiorba (a los que, como es normal, se les oye muy poco). Y, claro, para la esforzada, y difícil, labor del Coro.
Hemos de criticar, lo hemos hecho aquí más de una vez, la absoluta falta de información escrita. No ya que no haya programa de mano, sino que ni siquiera hay una hojita que dé al menos los nombres de los intérpretes y los títulos de las obras y de sus partes. El móvil no puede ser la excusa. Si normalmente, con programas impresos, la mayoría del público no leía las notas y otras informaciones, ahora lo hará menos, dada la incomodidad del
procedimiento. Y a los que hemos de comentar y criticar lo visto y oído, se nos priva de una superficie en la que escribir. ¡Qué tiempos!