El ejército ruso ha sacrificado a uno de sus cazas no tripulados más prometedores para evitar que caiga en manos de Ucrania y pueda ser utilizado en su contra después de haber perdido el control sobre él en pleno vuelo. Se trata del S-70 Okhotnik, un velocísimo dron de combate de 14 metros de largo y 19 de envergadura que puede alcanzar una velocidad de 1.000 kilómetros por hora cargado de munición.
Este avión no tripulado es el resultado de más de una década de investigaciones por parte de los ingenieros rusos, que habían replicado en este modelo algunos de los sistemas más eficaces de su prestigioso caza a reacción Su-57, y que de hecho habían dado ya por concluido el aparato.
El incidente se produjo el pasado 5 de octubre cuando, por causas que no han sido aclaradas, las fuerzas rusas "perdieron el control" sobre el aparato cuando sobrevolaba el disputado frente del este de Ucrania, según han desvelado los servicios de inteligencia británicos, generalmente bien informados en estos temas.
Tras comprobar que el aparato no respondía a las órdenes, el ejército ruso "tomó la decisión de destruir el aparato para evitar que cayese en manos del adversario", arruinando de esta manera todo el trabajo realizado durante la última década.
Según ha explicado el Ministerio de Defensa británico en la red social X, al S-70 ya se le había visto en vuelos de prueba en la base de Ajtúbinsk, en el sur de Rusia. Su diseño le hace especialmente eficaz para evitar los sistemas de vigilancia del enemigo, pero este despliegue en un escenario real se ha convertido para Moscú en "otro fracaso caro y bochornoso" dentro de sus aspiraciones militares.
La Inteligencia británica cree que "probablemente Rusia esperó hasta el último momento" antes de dar por perdida la aeronave y ahora ve "casi seguro" que el programa de desarrollo se ralentice, si bien oficialmente las autoridades rusas han evitado pronunciarse sobre un incidente del que se habían hecho especial eco, en cambio, canales vinculados a Kiev.