Es muy importante dejar claro el riesgo que puede suponer no solo el uso de las redes sociales sino de la dependencia constante del teléfono móvil, sobre todo en los más pequeños. En este contexto, este tema se entrelaza directamente con la salud mental y los efectos que esta práctica pueden provocar en el usuario que las utilice. Es un hecho que el papel que juegan las celebridades cada vez es mayor en términos de concienciación social con respecto al público al que se refieren. Desde cantantes a futbolistas contribuyen en la normalización de estos temas para que puedan ser tratados sin temor alguno.
Sin embargo, la adicción a las redes atribuye un doble sentido a sus efectos, no solo afecta al usuario digital sino que estas connotaciones negativas repercuten directamente a la persona detrás de la pantalla. Las redes sociales han promovido una nueva forma de expresar odio sin consecuencia alguna, en su mayoría, promoviendo colateralmente actitudes como el bullying y el acoso. Y es que a veces no nos damos cuenta de la repercusión que puede derivar de unas simples palabras. Aunque a priori la intención sea inofensiva es necesario medir lo que decimos y posicionarnos en el lugar de la persona a la que nos referimos, sea quien sea. Del mismo modo sucede con los medios de comunicación los cuales se aprovechan del sensacionalismo evocado por las redes sociales para polarizar y dividir a la masa social creando bandos y polarizando los mismos.
Aunque en realidad, probablemente todo desemboque del funcionamiento que las empresas conforman en base a sus redes. Con tal de conseguir un tráfico estable de personas, las posibles consecuencias pasan a un segundo plano. A pesar de todo hay algunas son capaces de hacer caja con la formalización de este tema a costa de la radicalización de su público objetivo. Por tanto, la calve de todo reside en el cómo están construidos estos sistemas.
Según la médica Marian Rojas Estapé, las redes sociales tiene una función de incidir en el temperamento de quienes las usan con el objetivo de enganchar. Esto se debe a que durante su uso nos creemos que tenemos una (falsa) eficiencia que no conseguiríamos de otra manera. Tal y como expone Estapé "Nos dan la sensación falsa de que estamos siendo súper efectivos, porque estoy viendo las rebajas de los uniformes del colegio de los niños, estoy enterándome de las noticias, porque estoy sabiendo qué tal están mis amigos, y piensas que no estás perdiendo el tiempo". Por tanto, esta sensación de tiempo perdido llega a posteriori, una vez que hemos terminado y nos damos cuenta de ello, la respuesta propia del cerebro es martirizarnos y a su vez con el fin de calmarnos volvemos a recurrir al uso de
Este ciclo vicioso de dopamina y 'autoboicot' repercute en nuestras relaciones humanas, aquellas que son tratadas en carne y hueso, no en la finitud de una pantalla. Cuando nos separamos del mundo digital para interactuar en la vida real la psiquiatra asegura que existe "un sentimiento de vértigo muy importante. Es un hecho que la capacidad de empatizar disminuye, como efecto frontal del uso de la tecnología, incluso queda demostrado que afecta al modo de relacionarnos, de expresarnos. La suma de estas variables compone un vacío personal inintencionado que nos acerca de manera imperante a la soledad.
Una de los factores más importantes en el funcionamiento de las redes sociales con respecto al consumidor son los algoritmos. Marian Rojas incide en la capacidad innata de conocer tus gustos y preferencia con un simple click, a través de estos organismos, propagando la dopamina con la difusión de noticias favorables. Esta distracción produce en el cerebro un efecto de gratificación instantánea que rápidamente muta en problemas de concentración y ansiedad. Es fundamental no acostumbrar a nuestro cerebro a este tipo de actos puesto que pueden repercutir en nuestra vida familiar y laboral.
Esta consecución de problemas provoca de manera involuntaria en nuestra conciencia la constante necesidad de revisar nuestras redes por el simple hecho de inconexión con el mundo digital. "Estás viendo una película y a quién no le sucede que tiene que comprobar el móvil cada cierto tiempo" esclarece la experta. Por tanto, la ejecución de actividades que se salgan fuera del campo digital como el deporte o el aburrimiento son esenciales para combatir la sobreestimulación.
Una de las claves para tratar de evitar el control total de los móviles sobre nosotros. Es intentar exponer lo mínimo posible a los niños a los aparatos tecnológicos. Es esencial que durante las actividades que más concentración requieren en los jóvenes no se empleen este tipo de artefactos ya que promueven la autodistracción y la búsqueda desesperada de estímulos. Por tanto, hay que tartar de preservar estos valores durante su aprendizaje para saber diferenciar la docencia del tiempo libre. Es importante no olvidar que "la tecnología está al servicio de los gigantes tecnológicos", asegura la médica, y las empresas buscan propagar estos comportamientos ya que favorecen su actividad.
Precisamente son estas conductas las que el cerebro aprende en su fase de desarrollo. "Sabemos que la lectura en papel es fundamental, que escribir ayuda a conectar áreas cerebrales" confirma la especialista. Por tanto resulta de una gran importancia el aprender sobre la lentitud y los procesos de la vida creyendo en su desarrollo desde la infancia. Si estos principios no se aprenden resulta un peligro brutal para el futuro de las nuevas generaciones.