Para Tessa Kortekaas (Voorhout, Países Bajos, 1988) la Titan Desert ha dejado de ser una competición y se ha convertido en una excusa para encontrarse con la familia. La otra familia, esa que ni siquiera eliges, que te encuentras en las carreras y que te alegras de volver a ver aunque sea de año en año. Fue la ganadora de la Skoda Titan Desert Almería, una prueba en la que no encuentra competencia, pero que ha aprendido a disfrutar de otra forma. Fue vigésima en la general final, ganó todas las etapas en la categoría femenina y se permitió disfrutar durante muchos kilómetros con Peter Sagan.
«En Velefique, después de llegar a la cima había una parada técnica. Él paró en el avituallamiento y yo no y como él baja como un loco al poco tiempo estaba a mi rueda y me ponía nerviosa. Cuando hubo un poco de espacio le dije “pasa por favor, que me estás poniendo nerviosa”. Le intenté seguir, pero imposible. Mejor que no lo intente seguir porque me caigo y pierdo más. Fue muy especial subir todo Velefique juntos», confiesa esta ciclista que regresó a la bicicleta casi por casualidad.
«Desde pequeña ando en bici, porque soy de Holanda y ahí todo el mundo se mueve en bici. Es una historia larga, pero dejé de competir en bici de carretera con 20 años más o menos», recuerda. Hasta ese momento el patinaje sobre hielo y la bicicleta se repartían su tiempo. «Tenía más talento para el ciclismo, pero me gustaba más el patinaje. Luego he visto a chicas con las que yo competí en ciclismo competir en Juegos Olímpicos y cosas así y siempre he pensado “yo podría estar ahí”, pero con 20 años tuve un virus en la sangre, el Epstein-Barr. Y me costó tres años recuperarme», cuenta. Cuando regresó no era capaz de volver a su nivel y se frustraba. «Llegaba a casa llorando», confiesa.
«Necesitaba un objetivo para buscar mis límites de otra manera», dice. Fue ahí cuando se encontró con el triatlón. «Mi nivel crecía bastante rápido y a los dos años competía como profesional, aunque con muy pocos patrocinadores. No podía vivir de ello. Era una vida dura, porque tenía que trabajar, entrenar, descansar y nada más», explica Tessa en un perfecto español. «El primer Ironman que hice era en Lanzarote. Como me gustan los retos, elegí casi el más duro del mundo», dice. Le ofrecieron un trabajo de guía turística para hacer rutas por la isla y allí se quedó. «Mi trabajo era masajista pero trabajaba como autónoma y no lo pensé mucho. Me fui a Lanzarote con la idea de “lo voy a intentar un año. Si me gusta me quedo y, si no, me vuelvo a casa”. Y nunca volví», recuerda. El trabajo no le convenció. Las salidas con los turistas retrasaban su entrenamiento. Encontró trabajo en un centro deportivo como fisio. «Y ahí estuve hasta el año pasado cuando me fichó Cannondale y pude dejar de trabajar», añade.
Lo pasó mal en la pandemia. «Se cancelaron todas las carreras. Me afectó mucho el confinamiento y cuando fuimos a competir, con la presión que me metí, tenía muchos problemas de estómago por estrés. No había otra cosa, porque lo intenté todo, cambié la dieta, pero era por estrés, porque entrenando nunca tenía problemas. Solo en carrera», admite. «Llegó un punto hace dos años que estaba quemada». Pero una llamada lo cambió todo. August Pascual, manager del equipo Kosner Saltoki, le ofreció correr la Titan de Marruecos. «Dije “me parece bien, pero no me pongas presión, porque estoy haciendo esto para disfrutar y porque tengo que desconectar del triatlón. Voy a olvidarme de ganar, voy a olvidarme de correr. Solo quiero bici y ya después veremos si volvemos al triatlón o no”. La historia de la Titan de Marruecos ya la sabemos [ganó en categoría femenina y fue decimoctava en la general]», explica.
«La aventura». Eso es lo que le llamaba la atención de la Titan Desert. «Para ir a Marruecos el año pasado mi ilusión era eso, vivir la aventura, pero no me podía imaginar que iba a ser así, una familia, que no es sólo competición, nosotros los profesionales sí vamos para ganar, pero el ambiente es totalmente diferente a una carrera por etapas en cualquier sitio, te olvidas un poco de la presión que hay. Tampoco lo puedes comparar con una carrera por etapas porque no tiene la comodidad, no te quedas en un hotel donde duermes en una cama normal, es todo muy primitivo y eso lo hace más intenso y como a mí me gusta buscar los límites no estás corriendo en tus mejores condiciones. Cada Titan me gusta más venir, porque cada vez eres más parte de la familia», .reflexiona Tessa. «Antes de venir a Almería pensaba ¿para qué vengo a Almería? Para ganar otra carrera fácil, aunque eso no lo puedes pensar antes de una carrera, sabes que si todo sale bien va a ser así. Por esa parte profesional como soy yo me hacía poca ilusión, pero por otro lado tenía muchísimas ganas de ver a la gente que ves cada año y vivir la experiencia con toda esa gente. Ahora aún más porque la gente te conoce y se quiere sacar fotos, quiere hablar. Antes me costaba porque tenía la cabeza demasiado en la carrera, quería acabar la carrera y quiero descansar, ir a mi habitación o a mi jaima y ahora es totalmente diferente, descanso mucho menos porque tengo entrevistas, cuando voy al briefing la gente quiere hablar, quiere sacarse fotos. No es que antes me molestara, pero me agobiaba un poco y ahora no me preocupo de eso», confiesa.
¿Ahora es más feliz? «Eso me lo pregunto muchas veces. ¿Disfrutaría lo mismo si no ganara tanto? Es una pregunta tonta porque no es así. Lo que sí noto es que estoy mucho más relajada, no me pongo presión. Eso creo que es ahora lo más importante, que no me pongo tanta presión y por eso las cosas salen mejor, porque estoy más relajada», dice. El triatlón sigue esperando.