Los científicos que estudian la socialización de los adolescentes han descubierto que las amistades entre adolescentes podrían sentar las bases esenciales para el bienestar en la vida posterior, y que no solo es fundamental el tipo de amistades que tienen los adolescentes, sino también el momento en que se establecen, como se recoge en un artículo publicado en "Frontiers in Developmental Psychology" por la Universidad James Madison y la Universidad de Arkansas, ambas en Estados Unidos. "La percepción que tiene un adolescente de la aceptación social que recibe de sus compañeros durante la adolescencia temprana es particularmente influyente para predecir el bienestar en la edad adulta", indica Emily Shah, de la Universidad de Arkansas (Estados Unidos), primera autora del artículo. "Por el contrario, en la adolescencia tardía, la calidad de sus amistades más íntimas es más influyente para predecir el bienestar en la edad adulta".
Nuestras relaciones con otras personas afectan a la manera en que nos sentimos con nosotros mismos, a cómo nos desenvolvemos en la sociedad y a nuestro bienestar psicológico; esto, a su vez, afecta a nuestro bienestar físico. Esto es especialmente cierto en la adolescencia, cuando empezamos a depender del apoyo de nuestros compañeros, y cuando la pubertad somete a nuestro cuerpo a una gran tensión. Las relaciones también pueden ayudar a gestionar las transiciones estresantes que afrontan los adolescentes, desde los exámenes hasta los nuevos empleos o la marcha de casa.
"Las amistades durante la adolescencia brindan a los jóvenes una de sus primeras incursiones en relaciones íntimas consensuales", atestigua el doctor David Szwedo, de la Universidad James Madison. "Dado que los amigos pueden ir y venir, las amistades son un contexto en el que los adolescentes deben desarrollar habilidades para mantener y hacer crecer la amistad o arriesgarse a perderla. Es probable que estas habilidades sean útiles posteriormente para formar amistades futuras y relaciones románticas a largo plazo".
Los investigadores reclutaron a 184 participantes de una escuela secundaria estadounidense. Encuestaron a estos estudiantes cuando tenían entre 13 y 14 años, y luego nuevamente cuando tenían entre 17 y 18 años, midiendo la calidad de sus amistades cercanas, su aceptación social percibida y su simpatía según lo informado por sus compañeros. Finalmente, los investigadores entrevistaron a estos adolescentes cuando eran adultos, de entre 28 y 30 años, para preguntarles sobre su salud física y mental, satisfacción laboral, inseguridad romántica y experiencia de agresión.
En general, los investigadores descubrieron que la aceptación social percibida era el mejor predictor del bienestar en la edad adulta. Cuando se contactó con ellos cuando eran adultos, los adolescentes que pensaban que sus compañeros los querían informaron niveles más bajos de ansiedad social y agresión, mejor salud física, satisfacción profesional y romántica y una sensación de mayor conexión social. Sin embargo, la simpatía que informaron los compañeros de los adolescentes no predijo bien ninguna faceta del bienestar en la edad adulta, lo que posiblemente sugiera que la propia percepción de un adolescente sobre su éxito social es particularmente importante.
Sin embargo, cuando los autores examinaron las dos etapas de la adolescencia por separado, el bienestar adulto se predijo mejor mediante la aceptación social en el caso de los adolescentes jóvenes y las amistades cercanas en el caso de los adolescentes mayores. Las amistades cercanas predijeron una menor ansiedad social e inseguridad romántica y una mayor satisfacción laboral.
La diferencia entre las dos etapas de la adolescencia también sugiere que el momento es decisivo. Si bien la autopercepción del éxito podría evitar que los adolescentes más jóvenes desarrollen ansiedad social y contribuir a prevenir una mala salud relacionada con el estrés, los niveles más bajos de aceptación social en los últimos años de la adolescencia no predijeron los resultados de salud.
Los autores advirtieron que, si bien el diseño longitudinal les permitió hacer un seguimiento de cómo cambiaba el bienestar a lo largo del tiempo, esto significaba que los participantes no estaban en la escuela durante la pandemia de covid-19, lo que podría afectar significativamente las experiencias sociales de los adolescentes y su bienestar futuro. Además, el estudio se basó en gran medida en medidas autoinformadas; las investigaciones futuras podrían complementarlas con medidas observacionales.
"Quiero que los adolescentes sepan que no están solos", insiste Shah. "No es fácil ser adolescente en este mundo, y elijo creer que los adolescentes están haciendo lo mejor que pueden con las habilidades que tienen. Espero que los adultos que interactúan con los adolescentes consideren compartir esa perspectiva, para crear un espacio para la empatía y la compasión". "Siempre es útil tener en cuenta que estudios como este indican cosas que suceden en promedio y que las cosas podrían ser diferentes para cada niño o adolescente en particular", observa Szwedo. "Este estudio refuerza la importancia de que los cuidadores estén al tanto de la vida social de sus hijos hablando con ellos, hablando con sus maestros y sabiendo con quién están hablando en línea. Es útil que los padres no solo pregunten quiénes son los amigos de sus hijos adolescentes, sino también qué tan socialmente aceptados se sienten", finaliza.