La crisis económica de 2008 marcó un punto de inflexión en la historia reciente de España, dejando profundas secuelas en su economía. El colapso de la burbuja inmobiliaria, la caída del sistema financiero y la recesión que siguió golpearon duramente al país, tanto que el desempleo alcanzó niveles históricos, con especial impacto entre los jóvenes, y el tejido empresarial se resintió ante una caída drástica de la inversión y la confianza, algo que llevaron a recortes en servicios públicos y un aumento de la desigualdad social.
Sin embargo, a partir de 2014, España comenzó una lenta recuperación, cuando la economía volvió a crecer impulsada por sectores como el turismo, las exportaciones y reformas estructurales. Así, el desempleo fue reduciéndose paulatinamente y los mercados financieros recuperaron cierta estabilidad.
No obstante, a pesar de la mejora en algunos indicadores, muchos de los problemas que surgieron tras la crisis siguen presentes. La precariedad laboral, la deuda pública y la desigualdad son algunos de los desafíos que persisten, lo que sugiere que la recuperación, aunque palpable, ha sido insuficiente.
En este sentido, llama la atención el caso de un país que en el año 2012 tenía el doble de deuda pública que España y que, en la actualidad, atraviesa una situación mucho más favorable que nuestro país (tanto es así que, incluso, les sobra dinero): Irlanda.
El caso de Irlanda es un buen ejemplo de recuperación económica tras la crisis de 2008. En 2012, su deuda pública era el doble que la de España, debido al colapso de su sector bancario y la caída del mercado inmobiliario.
Entonces, para enfrentar la situación, Irlanda llevó a cabo diversos ajustes fiscales, recapitalizó su sistema bancario y aprovechó su política de bajos impuestos para atraer a gigantes tecnológicas y farmacéuticas, lo que impulsó su economía, aumentando los ingresos fiscales y reduciendo su deuda.
Tanto es así que, actualmente, Irlanda tiene superávit fiscal, las arcas públicas llenas y una deuda mucho más controlada. Así, el éxito de Irlanda se debe en gran parte a las multinacionales, que establecieron allí su sede europea gracias a una rebaja en el impuesto de sociedades, convirtiéndolo así en un atractivo para la inversión internacional que hizo que Irlanda se haya convertido en un centro tecnológico y farmacéutico, con gigantes como Apple, Google y Pfizer.
No obstante, este crecimiento no ha estado exento de polémicas, ya que ha sido criticado por depender 'en exceso' de estas multinacionales, algo que podría generar riesgos a largo plazo si las empresas deciden trasladarse o si se modifican las políticas fiscales globales que benefician a Irlanda.