En la última salva de la mayor disputa comercial entre China y Europa en una década, Pekín ha respondido con firmeza a la reciente aprobación por parte de Bruselas de importantes aumentos de aranceles a los vehículos eléctricos importados desde el país asiático. El gobierno chino anunció este martes la imposición de medidas temporales ‘antidumping’ sobre el brandy importado de países europeos, las cuales entrarán en vigor el 11 de octubre.
Esta decisión subraya la determinación del régimen de Xi Jinping de proteger sus intereses económicos y marca una nueva escalada en el ciclo de represalias entre ambas partes. Las repercusiones de estas medidas punitivas, y de las que se esperan más adelante, podrían extenderse más allá de las industrias directamente afectadas, erosionando la confianza en el comercio bilateral y complicando las perspectivas de inversión futura.
Así pues, los importadores de brandy originario de la UE deberán depositar fianzas que oscilarán entre el 34,8% y el 39% del valor de las importaciones, según informó el Ministerio de Comercio chino. Con todo, Francia se perfila como el principal objetivo de esta investigación sobre el brandy, en gran parte debido a su apoyo a los aranceles impuestos a los vehículos eléctricos chinos. El país galo representó el 99% de las importaciones de este producto en China el año pasado, con envíos que alcanzaron los 1.700 millones de dólares. Entre las marcas más afectadas se encuentran Hennessy y Rémy Martin, cuyos importadores deberán abonar depósitos de seguridad del 39% y el 38,1%, respectivamente.
Cabe destacar que, a finales de agosto, las autoridades chinas declararon que no impondrían medidas provisionales antidumping al brandy importado, que afectarían sobre todo a Francia, a pesar de haber determinado que los productores europeos vendían el licor en el mercado chino “con márgenes de prácticas de dumping de entre el 30,6% y el 39%”. Las pesquisas, que comenzaron en enero de este año, determinaron que dichas maniobras discriminatorias suponían una amenaza significativa para la industria local del licor en territorio chino.
Tras meses de investigación, Bruselas activó el viernes una de sus herramientas económicas más contundentes contra China, imponiendo aranceles de hasta el 45% a los vehículos eléctricos. La decisión se justifica en alegaciones de que este país otorga subvenciones injustas a sus fabricantes de automóviles. Pekín por su parte ha negado tales acusaciones y amenazó con imponer aranceles en sectores como el lácteo, el brandy, la carne de cerdo y la industria automovilística europea. Si bien el bloque europeo se alinea con el enfoque más confrontativo de Washington hacia las prácticas comerciales chinas, esta última medida se justifica en la búsqueda de adherirse a las normativas de la Organización Mundial del Comercio.
Tras cinco votos en contra, incluyendo el de Alemania, diez a favor y doce abstenciones, entre ellas la de España, el Ejecutivo comunitario anunció que su propuesta para imponer derechos compensatorios definitivos a la importación de vehículos eléctricos logró el respaldo necesario de los Estados miembros.
Los aranceles se fijarán en un 35,3% para el fabricante chino SAIC, un 18,8% para Geely y un 17% para BYD, según fuentes comunitarias. Además, las empresas occidentales que producen en China, como Tesla, enfrentarán un arancel del 7,8%, mientras que aquellas que han cooperado con la investigación de la Comisión Europea sobre subsidios de Pekín tendrán una tasa del 20,7%.
Los nuevos impuestos entrarán en vigor a más tardar el 31 de octubre, una vez publicados en el Diario Oficial de la UE. La Comisión decidió no recaudar los impuestos que los Veintisiete habían bloqueado provisionalmente desde principios de julio.
El Ministerio de Comercio chino advirtió el viernes que la imposición de dichos aranceles podría "sacudir y dificultar" la confianza de sus empresas en las inversiones en Europa. Asimismo, China Central Television señaló que el bloque europeo podría perder valiosas inversiones de empresas chinas en el sector de motores eléctricos y perder la oportunidad de revitalizar su propia industria automovilística.
Francia ha calificado la propuesta de la CE como "proporcionada y calibrada", una postura que contrasta con las opiniones de Alemania o Hungría, que muestran reservas ante este enfoque. Esta divergencia entre las principales economías europeas refleja las tensiones crecientes y la búsqueda de equilibrio entre la protección de la industria local y la apertura de los mercados.