Por estos y otros muchos motivos, es una localidad muy visitada para todo tipo de veraneantes o turistas todo el año, que encuentran infinidad de locales para hospedarse o de restauración. El más recomendable de ellos es, sin duda, el que podemos encontrar en pleno Passeig Pau Casals, donde al comensal le espera una experiencia gastronómica memorable en el restaurante Sa Lola.
Este local tiene tiene la calidad y originalidad de cualquiera de esos restaurantes tan publicitados por el imán que representa el reconocimiento de las estrellas Michelin pero que suelen estar lejos de la mayoría de bolsillos. En cambio, el chef Rafa Salinas y el jefe de sala Albert Mir, más la mujer de este, Michelle Olde, con un pasado en restaurantes de tanto pedigrí como Tickets o Inopia, de los hermanos Adrià, dan comida creativa y excelsa a precios asequibles. Más algo que no tiene precio: una cálida atención al cliente, en una terraza cubierta entre casual y distinguida, que sirve tanto para el verano como para el invierno, y que está decorada acogedoramente con estética vintage, sofás y lámparas llamativos, luces que cambian a medida que anochece…
El restaurante es conocido por sus olivas esferificadas y cada plato es una obra de arte para los ojos y el paladar. Y así, una versión de ensalada caprese con pesto y bola de helado de queso de cabra, un hot-dog de pulpo, un canelón de piquillo relleno de ensaladilla rusa, y cien genialidades más, redondean una visita inigualable. Así, sentarse allí es saborear una explosión de sabores del mundo entero (con referencias a México, Huesca, Japón, Cataluña…), un recorrido milenario por la cultura del buen comer con la identidad propia de la región. Un lugar, en definitiva, para dejarse sorprender por el aspecto inaudito de sus platos, exóticos, artísticos, estéticos, tan visuales como sabrosos.
No en balde, es un verdadero paraíso a ras de mar, como ellos se definen en su página web. Absolutamente cualquiera de sus tapas o platos convertirá una comida o una cena en una experiencia magnífica e inolvidable. Un lugar para no escatimarle ningún gusto al paladar ni a la vida gracias a sus donettes de foie, su buñuelo explosivo de rabo de toro guisado o su «boquerón que quería ser anchoa en Cancún». El establecimiento es tan original que incluso yendo al baño el visitante se llevará una sorpresa que le despertará una sonrisa: un gran muñeco de un simio da la bienvenida a un espacio en que suena, mientras se está en el servicio, ¡la voz del humorista Eugenio contando chistes!
Apenas uno se está yendo de Sa Lola, que ya anhela volver, es tal la variedad y la renovación de platos del trío de cocineros que tan risueñamente tratan a todo aquel que acude a ese pequeño gran paraíso gastronómico, siempre con el ánimo de que disfrutes de una comida creativa y deliciosa.