Les resumo textualmente los resultados de un estudio actual de la Universidad de Córdoba: "El estudio, que ha contado con la participación de 245 mujeres de entre 18 y 61 años, arrojó altas tasas de acoso callejero en el país, donde el 98% de las mujeres encuestadas confesó haberlo sufrido en algún momento de su vida, el 80% lo había experimentado de manera mensual y el 26% de forma diaria".
Quiero añadir que yo, mayor de 61, he sufrido y sufro aún acoso callejero por parte de un vecino al que no puedo calificar de otra forma que de asqueroso. Este tipejo viejo, tocón y repulsivo, ha logrado que no camine por ciertas calles de mi barrio, aunque es imposible no encontrármelo a veces y ver cómo acosa libidinosamente a toda mujer que se cruza en su camino.
No pueden ni imaginar esos hombres, por llamarlos de alguna manera, el efecto psicológico que tiene en nosotras ese acometimiento brutal y amenazante en calles, parques, transportes... Un maltrato que genera ansiedad y miedo a la violación hasta el punto de cambiar nuestros hábitos de vida. Es decir, esos depredadores compulsivos y sociópatas nos roban la libertad. Tener que evitar lugares, coger taxis por la noche y pedirle al taxista que espere hasta que abras el portal, caminar tramos corriendo, sintiendo a veces la paranoia de pasos detrás de ti… En definitiva, sumar a las dificultades de la existencia de las mujeres la impunidad de hombres que delinquen sin castigo.
Si casi el cien por cien de las mujeres encuestadas confiesa haber vivido acoso sexual no cabe duda de que no son pocos quienes lo practican. Como en todos estos asuntos es difícil denunciar y que te hagan caso; hay que pillarlos con las manos en la masa, grabarlos y convencer a las autoridades patriarcales de que esos hombres no son jóvenes o viejos simpáticos, sino delincuentes. Mi acosador me para poniéndose delante, me invita a ir a bailar y me aprieta la mano. ¡Qué asco!