El levantamiento del 7 de octubre de 1944 es uno de los episodios más notables de resistencia dentro de un campo de concentración nazi, pero, por supuesto, no fue el único. En esta fecha, un grupo de prisioneras judías se rebeló contra sus opresores en una desesperada, y valiente, sublevación en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.
En sus memorias, Anna Heilman habla de la idea primigenia del plan: querían contrabandear la pólvora. "De esta amistad surgieron las ideas de resistencia. No puedo decirte quién las inició... La idea era qué podíamos hacer cada uno de nosotros para resistir. Pensé: 'Estáis trabajando en el pulverraum. ¿Qué os parece llevaros la pólvora?' (...) La pólvora estaba a nuestro alcance. Pensamos: '¡Podemos utilizarla!'. Alguien del grupo sabía que el Sonderkommando estaba preparando la resistencia. Dijimos: '¡Démosles la pólvora!'", recordaba.
Auschwitz-Birkenau, ubicado en la Polonia ocupada por los nazis, ha quedado como triste emblema del exterminio. Para 1944, la maquinaria de muerte comenzaba a tambalearse debido al avance de los aliados, y es en este contexto en el que algunas prisioneras de dentro del campo planearon un acto de resistencia que se convertiría en una tragedia, pero también en un símbolo de lucha.
Durante el verano de ese año, las operaciones de gaseo en Auschwitz habían aumentado con la llegada de más de 440.000 judíos húngaros. Los destacamentos especiales de prisioneros que trabajan en el área de exterminio (el Sonderkommando) aumentan para hacerle frente a la gran cantidad de ejecuciones. Sin embargo, en otoño, la cantidad de destacamentos se reduce nuevamente y por temor a ser asesinados, los allí presentes planificaron un levantamiento y una fuga.
Las mujeres que trabajaban en una de las fábricas del campo fueron clave en la sublevación. Los trabajos que tenían asignados estaban dentro de una planta de armamento que operaba dentro de Auschwitz y tenían acceso a la pólvora, como reconoció años después Heilman. Fueron robando pequeñas pequeñas cantidades de pólvora, que posteriormente pasaban de contrabando a otros prisioneros en el Sonderkommando, quienes también fueron parte vital del levantamiento.
El Sonderkommando era una unidad especial de prisioneros, generalmente judíos, forzados a trabajar en las cámaras de gas y crematorios. Estos, conscientes de que serían asesinados en algún momento para eliminar todo tipo de testigos de los crímenes nazis, comenzaron a planear una rebelión en colaboración con las mujeres que contrabandeaban pólvora.
El 7 de octubre de 1944, miembros del Sonderkommando en el crematorio IV se rebelaron. Usaron la pólvora robada por las mujeres para fabricar bombas caseras y dinamitar un crematorio que nunca más se volvería a usar, por lo que se considera un acto que salvó un número considerable de vidas. A pesar de su heroísmo, la sublevación fue sofocada rápidamente por las SS. Aproximadamente 250 prisioneros del Sonderkommando murieron en el levantamiento, mientras que otros fueron ejecutados posteriormente.
Ese fue el caso de Roza Robota, Ala Gertner, Estera Wajsblum y Regina Safirsztain, señaladas y torturadas durante meses. Nunca revelaron el nombre de Anna Heilman ni dieron detalles de la red de resistencia. Solo dieron los nombres de los miembros del Sonderkommando que ya estaban muertos.
Las cuatro mujeres murieron ahorcadas el 6 de enero de 1945, dos semanas antes de que el Ejército Rojo soviético llegara a Auschwitz. Todo el campo de mujeres fue obligado a presenciar las ejecuciones. Su acto de desafío y coraje obligó a los nazis a reconocerlas como individuos más allá de simples números de un campo de exterminio, ya que querían hacer de estas cuatro un ejemplo para asegurarse de que nadie más hiciera lo que ellas hicieron.
Antes, las cámaras de gas de Birkenau ya habían sido destruidas por las SS el 24 de noviembre de 1944 en un intento por esconder las actividades del campo a las tropas soviéticas que se dirigían hacia el campo.