Castilla y León es sólo la punta del iceberg de la crisis territorial que desangra al PSOE por debajo del radar. Esta pasada semana estalló la de esta comunidad autónoma cuando la dirección federal del partido suspendió las primarias convocadas por el PSOE de Castilla y León que lidera Luis Tudanca. La justificación de Ferraz fue que no es acertado convocar un proceso de selección de un candidato a secretario autonómico por primarias de forma paralela al proceso de configuración de la estructura federal.
Pero en realidad lo que hay es una batalla por el control del partido: los afines a Tudanca se quejan del intervencionismo de Santos Cerdán, responsable de Organización, y «mano» de Pedro Sánchez en todo este proceso. Hay «sanchistas» que se han colocado ya del lado de Tudanca, y también hay fugas del «sanchismo» en otras federaciones, lo que amenaza y dificulta la imagen de unidad y cierre de filas que Ferraz pretende exhibir en el Congreso Federal en el que Sánchez será aclamado para un nuevo mandato.
El enfrentamiento de una de las federaciones más alineadas con el presidente del Gobierno con el área de organización federal del partido deja en evidencia a esta última ante su objetivo de apretar más las riendas de todas las federaciones tras el Congreso Nacional de Sevilla (del 29 de noviembre al 1 de diciembre), y subraya el serio problema de las divisiones y guerras internas que desangran territorialmente a un partido que no se ha recuperado del desastre global de las últimas elecciones autonómicas y municipales.
En Andalucía, a Juan Espadas se le han levantado en armas hasta los que en su día le apoyaron para acceder a la secretaría general del PSOE andaluz: de ese grupo, hay muchos que para «moverle» la silla ahora hacen causa común con los que entonces estaban con Susana Diaz. Precisamente, Espadas presidirá el 41º Congreso Federal porque lo habitual es que el presidente de estos cónclaves sea el secretario general de la comunidad donde tienen lugar.
Pero la decisión de la Ejecutiva federal también se interpreta como un gesto de apoyo de Sánchez a Espadas, que antes del 23 de febrero se tiene que someter al congreso regional para revalidar su liderazgo. Sin embargo, la revuelta en el PSOE andaluz ya está en marcha, y la hipotética decisión de imponer al actual líder iría contra el criterio mayoritario de la federación regional, que sigue haciendo su propia travesía en el desierto desde que el popular Juan Manuel Moreno les desalojó de la Junta.
En la Comunidad Valenciana, la imposición por parte del presidente del Gobierno de la ministra Diana Morant no ha funcionado: el partido está sin pulso, sometido a un liderazgo que no tiene ningún conocimiento de la organización ni de la política de partido, y el centralismo ejercido desde Madrid solo ha servido para que se consolide la impresión de que el PSPV no ha aprendido de los errores que se cometieron a partir de 1995 y que supusieron dos décadas de oposición.
En Baleares, las presiones de Madrid se dirigen a forzar la continuidad de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, como secretaria general del Partido Socialista de las Islas Baleares. Armengol, tocada por el «caso Koldo» en su gestión de la pandemia como presidenta de las Islas, es la única «bala» que Ferraz cree que tiene para evitar que el partido entre en un proceso de descomposición irreversible.
Mientras que el problema en Murcia es que el actual «número uno», José Vélez, ha sido procesado por prevaricación y malversación. El juez le acusa de irregularidades por la organización de un acto taurino en su etapa como alcalde de Calasparra.
Y la lista sigue. En Madrid, el equipo de Juan Lobato se prepara para hacer frente a la operación de Ferraz-Moncloa para imponer otro secretario general de los socialistas madrileños, y Aragón también sufre las tensiones internas que se derivan del choque de Moncloa con su número uno, Javier Lambán.
Moncloa confía en mantener estas tensiones e intrigas territoriales fuera de la agenda política al haber colocado el foco central en el Congreso Federal de finales de noviembre. La anulación de los contrapoderes facilita que el presidente del Gobierno salga de este congreso con más control sobre el partido del que ya ostenta. Las expectativas sobre cambios profundos en la cúpula se asientan, y también se extienden hacia el Consejo de Ministros, al coincidir el cónclave con la salida de la vicepresidenta Teresa Ribera para asumir sus nuevas responsabilidades en la Comisión Europea.
El nuevo ejercicio de autoridad por parte del presidente del Gobierno en este proceso congresual tiene que lidiar con una crisis territorial que, aparentemente, le da más espacio para imponer sus decisiones. Si bien, al mismo tiempo, esta crisis, general y creciente, complica la capacidad del partido de superar la depresión en la que le sumergió la pérdida de su poder autonómico y municipal. Como símbolo vale el ejemplo de Galicia, donde José Ramon Gómez Besteiro fue en las últimas elecciones el quinto candidato del PSdeG desde el año 2009. Desde el gobierno socialista de Emilio Pérez Touriño los resultados del PSOE en Galicia han ido de mal en peor.
Contra lo que opinan en Moncloa y en Ferraz, el análisis que hacen en el PSOE sobre el fracaso territorial se explica en un factor que en Madrid minusvaloran, la pérdida de su potencia como organización integradora de España. ¿La razón? Que solo prime el interés de su líder nacional. Por el ruido que ya se escucha en las principales federaciones, Ferraz tendrá que aplicar mano dura para sofocar las revueltas y conseguir que todo salga conforme al plan de Sánchez.