El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.
San Bruno nació en Colonia, en el Sacro Imperio Romano Germánico, en el año 1030. Aunque se conoce poco de sus orígenes, se fue a estudiar a la ciudad francesa de Reims, acabando sus estudios clásicos y perfeccionándose en las ciencias sagradas y el estudio de las Sagradas Escrituras. Posteriormente, trabajó en la propia escuela de Reims, durante casi veinte años, de 1057 a 1075, tras volver a Colonia.
Durante ese año, 1075, San Bruno fue nombrado canciller de la iglesia de Reims, por lo que le tocó administrar la diócesis. Sin embargo, al año siguiente, en el 1076, cuando su vida cambió al tener que huir de Reims. Esto se debió a la denuncia que interpuso al arzobispo Manasés por supuesto ascenso en el seno de la Sede de Reims mediante intrigas. Tiempo más tarde, en 1080, Manasés fue depuesto, y la población quiso nombrar a San Bruno como arzobispo, aunque él optó por otro camino.
Concretamente, se convirtió en ermitaño, estableciéndose en el sur de Francia, en Grenoble, concretamente en La Grande Chartresuse, una zona para establecer sus ermitas. Allí, construyeron un oratorio y celdas individuales, dando origen a la Orden Cartuja, orden que se basa en votos monásticos de pobreza y un estilo de vida basado en la oración, transcripción de manuscritos y trabajo manual.
San Bruno también tuvo un papel destacado en la Corte Papal del Santo Pontífice Urbano II, ya que mantuvo el cargo de Consejero Papal durante la reforma del clero. Sin embargo, pudo convencer al Papa para volver a su estilo de vida de ermitaño, permaneciendo en Grenoble hasta su muerte el 6 de octubre del año 1101.
Fue enterrado en el cementerio de la ermita de Santa María, y nunca ha sido canonizado formalmente. Sin embargo, su culto fue autorizado para la Orden Cartuja por el Pontífice León X en 1514, entendiéndose a toda la Iglesia en los siglos posteriores.