Suecia ha anunciado que pagará hasta 30.000 euros a los inmigrantes que regresen a sus países de origen. Así, el Gobierno del primer ministro Ulf Kristersson multiplica por 30 el incentivo económico actual.
El país nórdico, que desde la década de 1970 hasta la de 2010 se enorgullecía de tener algunas de las políticas de asilo e integración más liberales del mundo, está experimentando un «cambio de paradigma» en su enfoque, en palabras de su recién estrenado ministro de Migración, Johan Forssell.
La suma que planea ofrecer a los inmigrantes para que se marchen parece ser la más generosa de Europa. Frente a los 11.400 euros de Dinamarca, los 5.400 de Noruega y los 3.000 de Reino Unido.
En el sistema sueco, establecido en 1984, el límite máximo es de 890 euros para los individuos y 3.500 euros para las familias. No se le ha dado mucha publicidad y el año pasado sólo se acogió a él una persona.
Hace cincuenta años, cuando Alemania Occidental empezaba a ser pionera en Europa en el pago de las primeras ayudas a la repatriación de inmigrantes, Suecia tomó la dirección contraria, abrazando el multiculturalismo y acogiendo a un gran número de solicitantes de asilo y refugiados reasentados. Esta agenda se ha ido deshaciendo gradualmente desde la crisis migratoria europea de 2015 y 2016, cuando Suecia acogió a más solicitantes de asilo per cápita que ningún otro país.
Aunque las encuestas sugieren que el público sigue acogiendo favorablemente a los migrantes, una quinta parte del electorado se ha decantado por el partido de derecha radical Demócratas Suecos, en gran parte debido a la preocupación por los vínculos entre la guerra de bandas y los distritos con altos niveles de inmigrantes de primera y segunda generación.
El Gobierno de coalición conservador, que cuenta con el apoyo del partido Demócratas Suecos, ha hecho de la reducción de la inmigración irregular una de sus prioridades centrales, junto con medidas de integración más duras y el restablecimiento de la ley y el orden.
En julio anunció que, por primera vez en décadas, eran más las personas que abandonaban Suecia que las que llegaban al país, y que el número de nuevas solicitudes de asilo estaba en su nivel más bajo desde finales de los años noventa.
La base empírica de los incentivos a la repatriación es variada. Los estudios sobre planes similares con sumas inferiores en Noruega, Alemania y Países Bajos sugieren que tienden a aumentar el número de salidas, pero los efectos no son muy grandes.
