Edmundo González Urrutia aterrizó en la tarde del domingo en la base aérea de Torrejón de Ardoz a bordo de un avión del Ejército del Aire después de recibir asilo político en España y tras una breve escala en República Dominicana. Era el adiós definitivo del diplomático de 75 años, proclamado presidente electo de Venezuela por la Plataforma Unitaria Democrática tras las elecciones del pasado 28 de julio. González Urrutia decidió abandonar el país, en compañía de su esposa, «para que cambien las cosas y construyamos una etapa nueva para Venezuela», según explicó este lunes a través de un comunicado difundido en la red social X. En la nota, firmada desde Madrid, el candidato presidencial se declara «incompatible con el resentimiento» y defiende la democracia y «la realización de la voluntad popular» como el único camino para la transición en Venezuela.
El diplomático rompió su silencio para agradecer «profundamente» el refugio y la «protección» del Gobierno de España, y para tender puentes con el chavismo. «Sólo la política del diálogo puede hacernos reencontrarnos como compatriotas», escribió. En el comunicado también hace mención a los detenidos: «Pienso ante todo en las personas privadas de libertad que me han apoyado. Su libertad es para mí la gran prioridad, una exigencia irrenunciable». Y reivindica «el trabajo y el esfuerzo» de María Corina Machado como líder del proceso electoral y de la Plataforma Unitaria. Lejos del tono combativo de la propia Machado, las palabras de Edmundo González sonaron más a despedida que a insistencia. Puede significar para él el final de un trayecto que comenzó el pasado mes de abril, cuando tomó el relevo de la académica Corina Yoris al frente de la candidatura opositora.
La decisión de salir del país, tomada «por razones humanas, que tal vez muchos no comprendan», en palabras de su abogado, José Vicente Haro, sorprendió a propios y extraños. Pero no a Machado. «Su vida corría peligro, y las crecientes amenazas, citaciones, orden de aprehensión e incluso los intentos de chantaje y de coacción de los que ha sido objeto, demuestran que el régimen no tiene escrúpulos ni límites en su obsesión de silenciarlo e intentar doblegarlo. Ante esta brutal realidad, es necesario para nuestra causa preservar su libertad, su integridad y su vida», expresó el domingo la líder opositora, quien afirmaba que «el 10 de enero de 2025, el presidente electo Edmundo González Urrutia será juramentado como presidente constitucional de Venezuela y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional. Que esto quede muy claro a todos: Edmundo luchará desde afuera junto a nuestra diáspora y yo lo seguiré haciendo aquí, junto a ustedes».
En su comunicado, sin embargo, Edmundo González ni siquiera contemplaba la posibilidad de regresar a Venezuela. Y eso que, en principio, el candidato presidencial no tenía previsto pedir asilo político. Trabajaría, como Machado, desde la clandestinidad. Por eso permanecía a resguardo en la Embajada de Países Bajos en Caracas desde la jornada postelectoral, sin el conocimiento de las autoridades venezolanas. Desde allí se trasladó el pasado jueves hasta la residencia del embajador español.
Pero el acoso del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) a la Embajada argentina en Caracas, donde se refugian seis asesores de campaña de Machado, le hizo cambiar de opinión el pasado fin de semana. «Su vida corría peligro, su integridad física, su libertad y lo que es, en general, sus seguridades personales corrían peligro» si no abandonaba Venezuela, subrayó José Vicente Haro. La Fiscalía General de Venezuela le había citado hasta en tres ocasiones para que testificara por la presunta comisión de cinco delitos relacionados con el proceso electoral. No acudió. Lo hizo en su lugar su abogado. Sus incomparecencias ante la sede del Ministerio Público motivaron la emisión de una orden de detención en su contra. Tenía dos opciones encima de la mesa, según José Vicente Haro: acabar en prisión o emprender el camino del exilio. Escogió esta última.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se verá las caras con Edmundo González a la vuelta de su visita oficial a China. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, declaró este lunes en Onda Cero, precisamente desde Pekín, que el Gobierno no ha aceptado «ninguna exigencia ni ha habido ninguna negociación» con el entorno del presidente Nicolás Maduro para facilitar la salida del país de Edmundo González, sino que únicamente se han producido «contactos operativos» para que el candidato opositor pudiera abandonar Venezuela. «Cuestiones puramente técnicas» para las autorizaciones de vuelo y la tramitación de los salvoconductos, según la ministra de Defensa, Margarita Robles.
Las versión del Ejecutivo choca frontalmente con el relato de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez. Rodríguez aseguró en la madrugada de ayer que «amplias conversaciones y contactos tuvieron lugar para operativizar la partida del opositor González Urrutia del país con las plenas garantías que ofrece un salvoconducto, producto del acuerdo entre ambos gobiernos». «Es un hecho comunicacional el aterrizaje de una aeronave de la Fuerza Área española con autorización de las autoridades aeronáuticas de Venezuela», zanja la vicepresidenta venezolana a través de su canal de Telegram.
El ministro de Exteriores aseguró horas antes que el Gobierno no había dado «ninguna contrapartida» al chavismo para facilitar la salida de Edmundo González. «La posición de España sigue siendo la misma con Edmundo González en Caracas o en Madrid, no vamos a reconocer la supuesta victoria de Nicolás Maduro, queremos que se entreguen las actas, una línea roja absoluta para nosotros y que nos ha guiado para conceder asilo es proteger los derechos políticos e integridad física», sentenció. Albares desveló que el Gobierno ofreció a González Urrutia refugio en la Embajada española en Caracas: «Le dije que si él quería continuar en Venezuela podía seguir en la residencia del embajador de España tanto como quisiera». Un encaje similar al que vivió el opositor Leopoldo López en 2020. Pero González Urrutia optó por el exilio.