Cuando Roberto Heras ganó su cuarta Vuelta en 2005 Primoz Roglic todavía no se había aficionado al ciclismo. El esloveno tenía 15 años, pero eran los saltos de esquí los que ocupaban su tiempo. «No conozco mucho [a Roberto Heras]. Cuando era niño seguía otros deportes, hasta que tenía 23 años», explica. Pero eso no le impide ser consciente de la magnitud de su hazaña. «Ahora es verdad que estoy mucho más involucrado. Es increíble, es loco, es mágico, tener estas cuatro victorias y veremos qué puede dar el futuro», reconoce el ganador de la Vuelta. «Estaría bien ganar la quinta, nunca es suficiente».
En el futuro puede estar la quinta Vuelta a España, pero todo es una incógnita para Primoz. Su equipo, con el dinero que pone Red Bull, pretende incorporar a Remco Evenepoel para la próxima temporada, a pesar de que tiene un año más de contrato con Soudal. Igual que Mikel Landa, al que fichó para que le ayudara en el Tour y que podría moverse con el belga.
La salida de Remco de la estructura que dirige el veterano Patrick Lefevere no parece tan complicada, según fuentes cercanas al equipo. Aunque el equipo es belga y Evenepoel es una de las estrellas del país –campeón olímpico en línea y contrarreloj–, los principales objetivos de Lefevere son las clásicas belgas de primavera y el corredor prefiere centrarse en las grandes. Evenepoel es la apuesta de Bora Red Bull para el próximo año si se puede concretar el fichaje. Pero el problema de Primoz no es Remco –que le permitiría correr la Vuelta– es su espalda. Ha corrido la Vuelta con una vértebra fracturada, aunque él quite importancia a su lesión.
«Ha merecido la pena el esfuerzo. Después del Tour estuve tres o cuatro días en casa y luego fui a entrenar en altitud. Al principio dolía, pero pensé que al final sería posible recuperarme y así ha sido», afirma el esloveno.
Roglic ha encontrado en la Vuelta las sensaciones que siempre le han faltado en el Tour desde que perdió el de 2020 contra Pogacar. Caídas, lesiones y desgracias han marcado su paso por la carrera francesa. En España tampoco lo ha tenido sencillo. En 2022 una caída lo mandó a casa y el año pasado su equipo de entones, el Jumbo Visma, decidió proteger a Sepp Kuss, que acabó en el primer puesto del podio en Madrid.
«Estoy disfrutando y no tengo palabras. Hay mucho sacrificio detrás y no sólo mío», asegura después de ganar su cuarta Vuelta. Esta vez ha tenido que enfrentarse a un nuevo rival, Ben O’Connor, que ha vestido el maillot rojo durante dos semanas. Un rival inesperado que no ha perdido la sonrisa desde que se vistió de líder en Yunquera en la segunda etapa.
«Que Roglic cogiera el rojo era algo que se veía venir. No he tenido un sentimiento muy malo [al perderlo]. Cuando llegué no pensaba en el maillot rojo y menos tenerlo durante dos semanas. El objetivo era estar en el podio y estoy», decía después de la contrarreloj de Madrid mientras se zampaba unos bollos y sonreía. Una imagen habitual la de atender a los medios durante la merienda.
Esa sensación que cuenta O’Connor de que se esperaba que en algún momento Roglic se vistiera de rojo habla de la grandeza del corredor esloveno, que ha sido el gran dominador de la carrera sin necesidad de exhibirse demasiado. Sólo necesitaba controlar a sus rivales para que no se le fueran demasiado. Eligió Moncalvillo para ponerse de líder igual que podía haber elegido cualquier otra etapa. Aunque no quería arriesgar y tener que jugárselo todo en el Picón Blanco para salir el último en la contrarreloj.
Ahora ya ve la quinta en el horizonte para poder olvidar a Roberto Heras casi antes de conocerle.