Con la vuelta al cole, algunos niños sufren, se estresan, extrañan, pero ¿alguien ha pensado en los padres? La realidad es que estos también sufren en ese tedioso periodo de adaptación en el que los pequeños salen por primera vez de ese entorno de seguridad propiciado por los padres. Lo más duro en estas circunstancias casi siempre es ceder el control en lo que respecta a nuestros niños, lo que no es fácil considerando todos los peligros que existen hoy en día y lo mucho que buscamos protegerlos.
Los primeros días son, sin duda, un mar de emociones diferentes. El solo hecho de imaginar a tu pequeño que siente angustia, que llora, en manos de un completo desconocido, ya causa retorcijones en el estómago. Es normal que te invadan los interrogantes, sobre todo si tu hijo se calmará y se adaptará pronto, o si, por el contrario, la odisea apenas comienza. Aunque tu atención esté enfocada en el niño, es importante que reconozcas que tus sentimientos también son válidos y, por ende, hablarlos puede ser recomendable para tramitarlos.
Sentir culpa al dejar a nuestros hijos por primera vez en el colegio es una experiencia común y, según los psicólogos, está relacionada con varios factores emocionales y evolutivos. Uno de los principales factores es el instinto natural de protección que tienen los padres. Desde el nacimiento, los padres desarrollan un fuerte vínculo con sus hijos y sienten la responsabilidad de protegerlos de cualquier posible amenaza.
El sentimiento clave es la inseguridad, producto de la ansiedad por separación. Este es un trastorno que se manifiesta cuando una persona experimenta una intensa angustia al estar separada de su figura de apego. Este trastorno se caracteriza por una preocupación excesiva sobre la posibilidad de que algo malo le suceda a esa figura. Si bien es más común en mascotas y niños, los adultos, en especial aquellos que son padres, también lo viven porque sus instintos de protección se activan.
Además, la culpa también puede estar relacionada con la preocupación de que el niño pueda sentirse abandonado sin la presencia constante de los padres. Esta sensación puede ser amplificada por la incertidumbre sobre cómo el niño se adaptará al nuevo entorno y cómo enfrentará la separación. Según los psicólogos, este sentimiento es una respuesta normal que refleja el compromiso que estos padres tienen hacia sus hijos.
Para hacer más llevadero este proceso de adaptación, es indispensable que los padres se involucren activamente en la transición. Hablar con la escuela sobre cómo manejan el periodo de adaptación y si es posible acompañar al niño en el aula durante los primeros días puede ser de gran ayuda. Tu presencia no solo le brinda seguridad al niño, sino que también te permite familiarizarte con el entorno escolar, conocer a los profesores y establecer una conexión con otras familias, lo que refuerza el sentimiento de comunidad.
Es importante que las despedidas sean cortas y seguras si no es posible acompañar al niño. Alargar el momento de la separación puede aumentar la ansiedad tanto para el niño como para los padres. Decir adiós con firmeza y seguridad, asegurándole al niño que regresarás, le ayudará a manejar mejor la situación y a desarrollar confianza en la rutina diaria de ir a la escuela. Además, siempre es fundamental despedirse de manera clara y nunca marcharse sin que el niño lo sepa.
Finalmente, el reencuentro después de la jornada escolar debe ser cariñoso y reconfortante. Mostrar interés en el día del niño y compartir cómo ha sido tu día también fortalece el vínculo y ayuda al niño a sentirse valorado y comprendido. Es natural que durante este periodo de adaptación el niño experimente cambios en su conducta, como mayor apego o dificultades para dormir. En estos casos, lo mejor es responder con paciencia y amor, y confiar en que, con el tiempo y el apoyo adecuado, tanto el niño como los padres se adaptarán a esta nueva etapa.