8 de diciembre de 1997. Condado de Humboldt, California. Julia Butterfly Hill (18 de febrero de 1974) se encontraba frente a una longeva secuoya de 1500 años, conocida como «el gigante de Stanford». Intentaba vislumbrar la copa del árbol de 55 metros de altura en donde supuestamente viviría una semana. El árbol había sido elegido por estar cerca de la comunidad de Stafford que había sido enterrada bajo 5,2 metros de barro el año anterior. Los residentes decidieron actuar el origen del problema: la empresa maderera Pacific Lumber Co.
Dicha empresa practicaba la tala rasa, un método que implica cortar todos los árboles de una zona de forma uniforme. Esta práctica no solo destruye el hábitat, sino que también deja el suelo desnudo y vulnerable a la erosión por el viento y el agua, lo que aumenta el riesgo de deslizamientos de tierra, como el que afectó a Stafford. En solidaridad con esta comunidad y con la ayuda de activistas de Earth First! («¡Primero la Tierra!») y otros voluntarios, Julia comenzó a trepar a medianoche. Rebautizaron al árbol como «Luna» porque la luz del astro nocturno iluminaba su camino hacia arriba.
Como una moderna Tarzán, Julia trepó por el tronco de la secuoya atada a un arnés. A mitad de camino, cometió el error de mirar hacia abajo, y el pánico la paralizó momentáneamente. Una vez recuperada, siguió ascendiendo, llegando exhausta a la plataforma de 1,8 metros que había sido preparada con provisiones para unas semanas. Sin embargo, esa semana inicial se convirtió en una protesta que duró 738 días. Aunque la práctica de ocupación de árboles («tree sitting» en inglés) se había utilizado desde los años 70 como una forma de protesta pacífica contra la tala de árboles, Julia rompió todos los récords, convirtiéndose en la persona que más tiempo ha vivido en un árbol. No obstante, el verdadero desafío no fue el ascenso, sino la supervivencia durante ese tiempo. Las condiciones climáticas se convirtieron en uno de los mayores obstáculos para Julia.
A lo largo de uno de los inviernos más duros registrados en California, se enfrentó a tormentas, lluvia y granizo que empapaban su saco de dormir y la sometían a temperaturas bajo cero. Los vientos del El Niño soplaron hasta los 64 kilómetros mientras construía una segunda plataforma de 1,2 metros, y a pesar de que el armazón estaba protegido por una lona, la nieve terminó dañando su refugio, exponiéndola a las inclemencias completamente. Durante semanas, sufrió una congelación severa.
Pero Julia no estaba completamente aislada: todos los días le enviaban comida mediante una cuerda y concedía entrevistas a la prensa utilizando un teléfono que funcionaba con energía solar. También cofundó la asociación «Circle of Life Foundation», comenzó a escribir sobre su experiencia e incluso se convirtió en una corresponsal en las alturas para un programa de televisión. Diversos medios de prensa se atrevieron a subir para grabar las condiciones en las que vivía. El apoyo público que recibía y su creciente visibilidad mediática no sentaron bien a Pacific Lumber Co., que respondió con tácticas agresivas.
Los guardias de seguridad hostigaron a Julia durante diez días, impidiendo que los voluntarios le suministraran alimentos y bloqueando su fuente de provisiones. Por la noche, los trabajadores de la empresa gritaban para que no pudiera dormir, e incluso utilizaron un helicóptero para acosarla. Julia, sin embargo, no se dejó intimidar. Después de 2 años y 8 días, Julia Butterfly Hill descendió finalmente de Luna tras un acuerdo con Pacific Lumber Co. que preservaría todos los árboles en un radio de 61 metros alrededor de la secuoya. Además, los activistas recaudaron 50.000 dólares, que se entregaron a la empresa con la condición de que se donaran a la Universidad Estatal de Humboldt. Cuando Julia tocó el suelo el 18 de diciembre de 1999, no fue por agotamiento, sino por la emoción acumulada de su prolongada resistencia. Desde entonces, la historia de Julia ha permanecido entrelazada con la de su épica hazaña. Su activismo medioambiental la llevó en 2002 a Quito (Ecuador), donde protestó contra un oleoducto que amenazaba un bosque, y en 2006, a una granja escuela de conservación en Los Ángeles (EE. UU.).
Su experiencia es un poderoso testimonio del impacto que una sola persona puede tener en la lucha por el medioambiente. Su perseverancia ha inspirado varios documentales, libros e incluso canciones. Las jóvenes generaciones reconocen su historia como la inspiración del episodio de [[LINK:INTERNO|||Article|||63484b9b6937b0e401faf736|||«Los Simpsons»]], titulado «Lisa la ecologista». Julia sigue siendo un símbolo internacional para el activismo ecológico. Reside actualmente en Zihuatanejo (México), aunque visita a «Luna» dos al año para comprobar su estado después de haber sido parcialmente talada en un acto vandálico en el 2000.