Cuando una relación amorosa da paso a la convivencia, entran en juego varios factores. Y es que una buena convivencia reside en la importancia —como en cualquier buena rutina— no solo de cumplir con el objetivo, sino mantenerlo. Se abre un nuevo capítulo lleno de emociones y desafíos. La rutina compartida revela facetas desconocidas de la pareja, desde pequeños hábitos diarios hasta pensamientos profundos comunes. Y todo eso hay que cuidarlo. Es un momento de adaptación, donde la comunicación se vuelve fundamental. La intimidad crece y de ella se alimenta el amor, las responsabilidades y las complicaciones del día a día. Pero todo esto no sirve de nada si no tenemos unos cimientos, que según destaca el psiquiatra Enrique Rojas son tres ingredientes que hacen que el amor funcione.
"El amor que mejor funciona es aquel que tiene tres notas: corazón, cabeza y cultura afectiva. Estar enamorado es sentir atracción, tener curiosidad de saber más de la otra persona, descubrir su intimidad", explica el psiquiatra Enrique Rojas en su perfil de Instagram. Más allá de los momentos románticos, es en la cotidianidad donde se descubre la verdadera dinámica de la pareja. La convivencia exige flexibilidad, paciencia y, sobre todo, la voluntad de comprender y aceptar al otro en su totalidad. Con el tiempo, la pareja aprende a negociar, a ceder en ciertos aspectos y a reafirmar su compromiso.
El amor tiene tres notas:
1. Corazón: quiere decir que es un sentimiento, pero no se agota ahí. No siempre es suficiente, pero sin él es muy complicado, por lo que se convierte en un factor fundamental, pero que debe alimentarse de otros.
2. Cabeza: no se puede arriesgar algo tan importante como el patrimonio afectivo a los vientos que van y vienen. Las conexiones emocionales, como el amor, la confianza y los recuerdos compartidos, que se construyen en una relación, nos deben verse determinados por impulsos momentáneos o influencias externas.
3. Cultura afectiva: no solo hay que amar, sino hacerlo de manera que ambas partes vean mejorada su vida. Eso que 'quererse bien' y entender al otro es la guinda del pastel para empezar a fortalecer los cimientos hacia algo grande e importante.