El tomate es sagrado en la dieta mediterránea: salsas, platillos principales, ensaladas, acompañantes, ningún español es ajeno a él. Por esta razón, según el Observatorio Tecnológico del Tomate para la Industria, en el país se producen alrededor de 3.000 millones de kilos de tomate, una cantidad que se mantiene estable desde 2014. Es decir, España se ubica entre los cinco países con mayor producción de tomate en el mundo.
En este orden de ideas, es posible concluir que los tomates del país son ampliamente valorados a nivel internacional. Aquí entran en juego el sabor, la textura y la frescura, resultado de unos altos estándares de calidad y de la tecnología que hacen de la mayoría de producciones en España realmente sostenibles. Ahora bien, una cosa es la producción masiva y otra muy diferente es el tomate antiguo o autóctono de las diferentes regiones agrícolas de la península. Es allí donde se encuentra el verdadero tesoro gastronómico.
Tradicionalmente se ha considerado que Extremadura y Andalucía son las comunidades donde el cultivo de tomate resalta por su excelencia. De hecho, en 2023, el 78,69% de los tomates españoles se produjeron en Extremadura y el 11,46% en Andalucía. Sin embargo, cuando hablamos de tomates autóctonos, ninguna de las dos regiones puntúa en la lista de los mejores tomates de la sexta edición de la Feria Nacional del Tomate Antiguo.
Esta feria celebra anualmente la diversidad y la riqueza de las variedades tradicionales de tomate en España. Dicho evento tiene lugar en diversas localidades con una fuerte tradición agrícola y se dedica a promover el cultivo, la conservación y el conocimiento de los tomates tradicionales cultivados de generación en generación. La singularidad es que, en muchos casos, estos tomates han sido desplazados por variedades comerciales más estandarizadas.
Este año, el Perón de Zaragoza, un tomate que ha echado raíces en los suelos fértiles de Cogullada, Aragón, ha vuelto a coronarse como el "mejor tomate de España" en la Feria celebrada en Polanco. Este galardón, que ya ganó el año pasado, es el resultado del esmero con el que la sociedad de agricultura ecológica Huerto es Vida ha trabajado para recuperar y preservar las variedades tradicionales del Alto Aragón. En segundo lugar, y superado por muy poco, se encuentra una variedad de Rosa de Sumbilla, procedente de huertos Santos Losua en Navarra.
El jurado estuvo integrado por el chef Antonio Vicente; el bloguero Jesús Baquero (de El Mule Carajonero); la alcaldesa de Polanco, Rosa Díaz; y presidido por el presidente del Banco de Semillas de Tomates Antiguos, Pablo Gómez.
Los tomates autóctonos son variedades tradicionales que han sido cultivadas en una región específica durante generaciones. Estos tomates se adaptan al clima y al suelo locales, lo que les confiere un sabor único y una conexión directa con la tierra de donde provienen. Su cultivo suele llevarse a cabo en pequeñas fincas o huertos ecológicos, utilizando métodos sostenibles que respetan el medio ambiente y priorizan la biodiversidad.
Por otro lado, los tomates de producción industrial están orientados hacia la eficiencia y la comercialización en masa. Estas variedades han sido seleccionadas y modificadas para resistir largos transportes, tener una apariencia uniforme y prolongar su vida útil, sacrificando a menudo el sabor en favor de estas características comerciales. Se cultivan en grandes explotaciones agrícolas, generalmente en invernaderos, utilizando técnicas intensivas que incluyen el uso de pesticidas y fertilizantes para maximizar la producción.
El tomate Brandy Boy, cultivado por David Aguirre, fue galardonado como el mejor tomate internacional. En esta competencia, que reunió cerca de un centenar de variedades procedentes de toda España, el Brandy Boy logró imponerse en la final frente a otras destacadas variedades como el Ananás Noire y el Berkeley Tie Dye.